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Carbono azul: riqueza desvalorizada

Fecha de publicación en Latinclima
Región: América Central
Año de publicación:: 2016
Katiana Murillo
la ciencia está tratando de comprender cómo los océanos están siendo impactados por el calentamiento global, cómo tales efectos ponen en peligro la vida marina, la humana y el futuro del planeta pero también de qué manera son protagonistas en la búsqueda de soluciones en la reducción de gases efecto invernadero.

Uso con crédito de autor personal e institucional

El mundo entero comparte la preocupación por los efectos del cambio climático y ahora la ciencia está volcando su mirada el análisis profundo y detenido para conocer cómo los océanos están siendo impactados por el calentamiento global,  cómo tales efectos ponen en peligro la vida marina, la humana y el futuro del planeta pero también de qué manera son protagonistas en la búsqueda de soluciones en la reducción de gases efecto invernadero.

Según la Administración Nacional Oceanográfica y Atmosférica (NOAA), carbono azul es el término utilizado para la captura de carbono por los océanos del mundo y los ecosistemas costeros, uno de los gases que están afectando la temperatura del planeta, ante los cuales nuestros aliados azules cumplen un rol determinante: “océanos y costas proveen una forma natural de reducir el impacto de los gases invernadero en la atmósfera, secuestrando (o tomando) este carbono”.

La Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), señala en su reciente informe titulado  Explaining ocean warming: Causes, scale, effects and consequences (El calentamiento de los océanos: causas, escala, efectos y consecuencias) que “el escudo contra el cambio climático que nos brindan los océanos y sus ecosistemas, al absorber grandes cantidades de CO2 (dióxido de carbono en la atmósfera), y al protegernos contra las tormentas y la erosión, también se reducirá con el calentamiento oceánico”, y es que más del 93% del calor adicional generado por las actividades humanas desde los años 1970 ha sido absorbido por estos; además indica que “hay preocupación entre la comunidad de científicos, ya que conforme al aumento de CO2, las opciones para el océano (por ejemplo migrar, proteger, reparar, adaptar) se disminuyen y se vuelven menos efectivas”.

NOAA además describe como uno de los impactos más significativos del aumento de la temperatura global el “aumento del nivel del mar, que puede causar la inundación de las zonas costeras y las islas, la erosión de la costa y la destrucción de importantes ecosistemas como los humedales y los manglares”.

Cual célebres palabras de Víctor Hugo, dramaturgo y novelista francés del siglo XIX, nos “produce una inmensa tristeza pensar que la naturaleza habla mientras el género humano no la escucha”.  Las superficies azules claman por una acción contra el calentamiento oceánico y la acidificación acumulada, en gran parte por efecto de las actividades humanas, pero que al oído del hombre parece seguir siendo un eco silencioso.

Según Jorge Cortés, catedrático del Centro de Investigación en Ciencias del Mar y Limnología (CIMAR) y de la Escuela de Biología de la Universidad de Costa Rica,  ‘’las proyecciones que se hacen, y todo lo que se está tratando, es que las temperaturas no pasen de los 2 grados porque los modelos dicen que si se pasa de 2 grados Celsius los cambios van a ser tan radicales que va a ser muy difícil vivir en muchas partes del planeta”, por lo que los océanos cumplen un rol irremplazable. “De no capturarse todo ese CO2 que estaría en la atmósfera, no estaríamos en 400 partes por millón sino que en 800; eso significa que la temperatura del planeta sería como 10 grados más alto de lo que ya es, demasiado alta para la mayor parte de los seres vivos; vivirían sólo insectos, algunas algas y bacterias”.

Producto de la absorción de las grandes cantidades de CO2, el ph (la acidez) de los océanos ha disminuido 0,1 unidades en comparación con los niveles en la época pre-industrial, lo que equivale a un incremento del 30% en los iones de hidrógeno. De acuerdo con Alejandra Villalobos, Directora Ejecutiva  de la Fundación Amigos de la Isla del Coco, y Geiner Golfin, Administrador del Área de Marina de Manejo Montes Submarinos,  lo que se verá en el futuro son más Áreas Marinas Protegidas –AMP– con aguas sobresaturadas con carbonato de calcio.

Cortés hace énfasis en que esta acidificación, al bajar el PH, afecta el comportamiento de los organismos y lamenta el hecho de que sea un problema mucho más difícil de estudiar: “no es ino hasta ahora que se está estudiando, los organismos son quienes notan la diferencia”.

También añade que “en la parte marina hay mucho menos datos, entonces eso complica todo ... ahora es sobre acidificación en la parte norte del país; en una época surgen aguas frías del fondo y tienen más CO2 que la superficial, entonces lo medido en el mes de febrero es lo que se proyecta que va a haber en el mundo dentro de unos 10 años” y señala una distribución diferenciada; en Costa Rica, por ejemplo, el Pacífico es más ácido que el Caribe.

Los expertos de la Fundación MarViva, Erick Ross y Antonio Clemente, explican este fenómeno con detalle:

Los océanos contienen un reservorio enorme de carbono que interactúa con carbono atmosférico. El intercambio de gas entre el aire y el mar es un proceso físico-químico controlado principalmente por la diferencia de concentraciones y coeficiente de intercambio.

Datos históricos constatan que los océanos absorbieron 26% del carbono emitido como CO2 por la quema de combustibles fósiles, manufactura de cemento y cambio de uso de suelo en la década del 2002 al 2012.

Con el proceso de aumento de la concentración de CO2 atmosférico, la interacción con la superficie del océano cambia la química del agua resultando en acidificación del océano.

“Cuando la presión parcial de un gas aumenta en la atmosfera sobre un cuerpo de agua, el gas se disipa en el agua hasta que la presión parcial a lo largo del interface entre aire y agua se equilibra. Sin embargo, dado que el ciclo de carbono global está íntimamente incrustado en el sistema climático físico, existen varios bucles de retroalimentación entre los dos sistemas”, explican.

Estos bucles de retroalimentación cambian el rol de los océanos en el secuestro de CO2, lo cual dificulta predecir cómo el ciclo de carbono oceánico operará en el futuro.

En el caso de Costa Rica, el Domo Térmico tiene un potencial muy alto como sumidero de carbono debido a la alta productividad, vientos fuertes durante varios meses del año, presencia de corrientes importantes y sistemas de surgencia, destacaron los expertos.

El rol de los manglares

El biólogo Marcello Hernández explica que los manglares pueden secuestrar carbono varias veces más que los bosques tropicales, sobre todo en los suelos, por lo que la protección y restauración de estos ecosistemas es clave.

Agrega que, según estudios científicos recientes, los manglares contienen cerca de 470 toneladas de carbono (tC) por hectárea y su cobertura global es de 139.170km2, dando un estimado del total de carbono almacenado cercano a los 6.5 billones de toneladas de carbono (24 billones de  toneladas de CO2e).

Los científicos han determinado que los suelos en los manglares y marismas contienen stocks de carbono dos o tres veces más altos que aquellos de los bosques terrestres. Por ejemplo, los bosques tropicales y templados poseen stocks de carbono de aproximadamente 400 Mg por hectárea, mientras que los stocks de carbono promedio de los manglares pueden exceder los 1,100 Mg por hectárea.

NOAA informa que “los pastos marinos, los manglares y los pantanos salados a lo largo de nuestra costa ... aunque mucho más pequeños en tamaño que los bosques del planeta, secuestran este carbono a un ritmo mucho más rápido y pueden seguir haciéndolo durante millones de años”.

En la actualidad existen convenios internacionales para conservar y/o proteger estos sistemas costeros que "captan y sostienen" el carbono, actuando como algo llamado un sumidero de carbono; tal es el caso de la Convención sobre los Humedales, denominada Convención de Ramsar. Esta ha designado 12 sitios costarricenses como “Humedales de Importancia Internacional (sitios Ramsar), con una superficie de 569,742 hectáreas, cuyo compromiso se extiende a todos los humedales del país, como por ejemplo el Humedal Nacional Estero Puntarenas.

Cortés mencionó la importancia de cada uno de los humedales nacionales, coo es el caso de Térraba-Sierpe,  Tamarindo y  Humedal Caribe Noreste, no solo para la captura de CO2 sino como resguardo de la costa. “El nivel del mar está subiendo y los manglares son protección, igual los arrecifes,  el mar entra más fácil a los lugares donde se quitan”.

“Eso se vio con el tsunami del  2004 en el sureste asiático, fue terrible pero ayudó para la conservación. Se vio que en la parte donde se habían cortado los manglares o se había destruido los arrecifes la ola entró kilómetros; donde estaban los manglares, la ola no entró ni un kilómetro, destruyó todo el frente de un manglar pero ahí se frenó. Entonces hay que dejar esos frentes, se trata de barreras naturales”, añadió.  

Conflictos ambientales

Según Bernardo Aguilar, Director Ejecutivo de la Fundación Neotrópica, pese a los avances en la legislación nacional e internacional, los daños y conflictos ambientales en estas zonas de humedal se presentan con constancia; tales son los casos de Isla Portillos, estero de Puntarenas, el Humedal de Maquenque, el Humedal Nacional Térraba-Sierpe y, más reciente, el Humedal de Lagunas Lancaster.

Si bien es cierto que los conflictos ambientales tienen costos millonarios para las empresas y pérdidas importantísimas de diversidad biológica, en ocasiones se prestan para mejora de las condiciones existentes.

“Muchas veces usted tiene conflictos que poseen capacidad creadora, Portillos es uno de ellos, mostró lo que Costa Rica quiere hacer con sus humedales, el resultado es una posición de atenderlos mejor”, señaló Aguilar al referirse al conflicto político y ambiental por esa zona, generado entre Costa Rica y Nicaragua y que llegó a la Corte de Justicia de La Haya.

Además, agrega que ahora Costa Rica es visible en un panorama internacional: “gracias a fenómenos como Portillos, el compromiso será mayor, nunca hubiéramos tenido atención a los conflictos que hay sobre humedales, ahora es distinto”.

Marcia Carranza, bióloga de la misma Fundación, es clara al explicar que la cobertura de manglares en Costa Rica ha disminuido considerablemente en los últimos 20 años a consecuencia principalmente del cambio en el uso del suelo para el cultivo de palma aceitera, caña de azúcar, arroz y cultivo de camarón, entre otros.

Resalta un caso en particular: los manglares del Estero Puntarenas (de los más afectados por factores antropogénicos) que, según ella, han perdido un estimado de 400 hectáreas de cobertura en los últimos 15 años pese a que cerca de un 90% de las especies marinas de interés comercial para la pesca que se capturan en todo el Golfo de Nicoya se reproducen en este manglar. Esto representa un aproximado de un 40% de la pesca comercial y de subsistencia de Costa Rica.

Carranza señala que este tipo de cosas nos dirigen a una segura “destrucción de la barrera natural que proporcionan en la línea de costa ante fuertes tormentas y marejadas, rompimiento de los ciclos reproductivos de las especies de interés comercial para la pesca, ingreso directo de contaminantes al mar y aumento de la intrusión salina en las fuentes de agua para consumo humano”.

Además de estas afectaciones en la economía y salud alimentaria, la Administración Nacional Oceanográfica y Atmosférica añade que cuando estos sistemas se dañan, una enorme cantidad de carbono se emite de vuelta a la atmósfera, donde puede entonces contribuir al cambio climático.

Por esta razón, la restauración y la conservación de ecosistemas de carbono azul son un componente importante de las estrategias de mitigación del cambio climático: “cuando protegemos el carbono en los sistemas costeros, protegemos ambientes costeros saludables que proporcionan muchos otros beneficios a la gente, tales como oportunidades recreativas, protección contra tormentas y hábitat de vivero para la pesca comercial y recreativa”, agrega la NOAA.

Sin embargo Cortés hace énfasis en la liberación de CO2 que también se presenta; pone de ejemplo el caso de los árboles: “cuando están creciendo absorben el carbono, en otoño se libera al desintegrarse las hojas, el problema es que le estamos inyectando tantísimo, que esa curva va para arriba y sigue subiendo cada vez más rápido”.

El impacto del blanqueamiento

La acidificación de los mares tiene un potencial efecto serio sobre los arrecifes coralinos. Se sabe que todos los organismos marinos que necesitan carbonato para construir sus esqueletos calcáreos y conchas, como los corales, conchas, cangrejos y cangrejos, estrellas de mar y erizos de mar, podrían verse afectados. El anterior impacto se extendería a organismos unicelulares planctónicos con conchas calcáreas (por ejemplo coccolithospores y foraminíferos), que forman la base de muchas cadenas alimentarias marinas.

“El impacto en la biodiversidad se ve, por ejemplo, con los corales que forman los arrecifes... estos corales viven en simbiosis con unas algas que se llaman zooxantelas; dentro del cuerpo de ese coral están esas algas, llevan a cabo la fotosíntesis y eso hace que el coral crezca mucho más y forma un esqueleto de carbonato de calcio que se va acumulando. Este proceso provoca que en el arrecife, cuando el agua se pone muy caliente, rompa esta relación, las zooxantelas se van, son expulsadas o se mueren y lo que queda es el animal, que es transparente, y los esqueletos de estos corales son blancos. A ese fenómeno se le llama blanqueamiento”, indicó Cortés.

Y pone a modo de ejemplo una actividad recreativa fácil de imaginar pero lamentable: los cementerios marinos: “cuando uno bucea lo que uno ve son los esqueletos de los corales, en muchos casos todavía vivos, con el animal ahí pero blanco. Parece como si hubiera nevado, es muy impresionante porque cuando uno entra a un arrecife espera ver cantidad de colores, pero en muchos lugares ahora no se da por el calentamiento del océano, se calienta más despacio pero lo mantiene por más tiempo.

“Los impactos de la acidificación de los océanos para las Áreas Marinas Protegidas (AMP) pueden ser potencialmente devastadores y  llegar a cambiar la vida marina como la conocemos”, comentó Villalobos.

Es necesario, entonces, aumentar las áreas protegidas para asegurar una mayor cantidad de mares saludables y, por ende, los servicios que prestan para el desarrollo de la humanidad. Estas áreas son vulnerables tanto a los impactos  antropogénicos como a los impactos propios de la naturaleza y las afectaciones propician un desequilibrio en los diferentes ecosistemas que resguardan.

Isla del Coco: vulnerabilidad constante

La acidificación de los océanos será uno de los principales problemas que enfrentará la Isla del Coco, debido a su efecto sobre los arrecifes de coral. A lo anterior se suma el aumento en la frecuencia e intensidad del fenómeno El Niño, que afecta la presencia de especies en la isla.

Jorge Cortés menciona que “la isla es muy húmeda, las predicciones de cambio climático es que se va a hacer más seca y más variables las temperaturas, lo que va a afectar las plantas y, por ser una isla oceánica, el número de especies son muy pocas, entonces el impacto es puede ser muy grande ya estamos viendo algunas plantas que se están secando”.

La Fundación Mar Viva reconoce que el cambio climático y el calentamiento global no pueden ser evitados por legislación; Costa Rica debe enfocar sus esfuerzos en el cumplimiento del Acuerdo de París y, a partir de allí, ejercer influencia para reducir las emisiones de carbono.

“El país debe tomar posiciones para que se controle eso a nivel global”, señaló Cortés. Con ello coincide Marcello Hernández, quien afirma que el marco legal en la isla no es el problema, sino los recursos con los que se cuentan para el monitoreo de actividades ilegales como la pesca. Aguilar señala que “más allá de las regulaciones internacionales, Costa Rica tiene un régimen jurídico bastante restrictivo. El problema no es el marco jurídico, es su aplicación y los recursos para hacerlo en el Sistema Nacional de Áreas de Conservación (SINAC). Las auditorías operativas de la Contraloría General de la República demuestran que de los modelos de áreas protegidas, es el que tiene menos efectividad, por lo que debe llegar a abrirse a un modelo de gobernanza más participativo”.

En Costa Rica, organizaciones como el SINAC, el Área de Conservación Marina Isla del Coco y el Parque Nacional Isla del Coco desarrollan programas de capacitación en el tema de cambio climático, restauración, parcelas permanentes y monitoreo de arrecifes de coral.

Hernández, junto con el Centro Agronómico Tropical de Investigación y Enseñanza (CATIE), desarrolló la Política Nacional de Carbono Azul, enfocada en manglares, que fue acogida por el gobierno anterior pero que no tuvo eco en el actual gobierno. “Supuestamente van a incorporar lo que hicimos en la política nacional de humedales”, dijo Hernández.

La Fundación Amigos de la Isla del Coco admite que este santuario marino sufre en forma permanente de la presencia humana dado que se trata de ecosistemas frágiles que reciben alteraciones ambientales; o sea, el caso del contacto físico de los buzos-turistas con los organismos marinos, como la destrucción de los fondos marinos por un deficiente anclaje, la extracción de material biológico y la producción de desechos líquidos y sólidos.

Allí también están presentes especies no autóctonas o exóticas; es decir, especies vegetales y animales introducidas casual o accidentalmente, que pueden causar erosión genética, desaparición de especies endémicas, rupturas de equilibrios y procesos ecológicos y genéticos.

La Isla del Coco y otras Áreas Marinas Protegidas (AMP) sufren de la contaminación proveniente del continente, que pone en riesgo la vida marina tanto de estas áreas costeras como de las áreas oceánicas.

Un factor predominante en Isla del Coco es la pesca ilegal y la pesca no declarada o no reglamentada, prácticas que comprometen seriamente la fauna y los ecosistemas marinos.

Golfin sabe que tales prácticas impactan la función propia de las AMP como zonas de reproducción y mantenimiento de la productividad marina de la región.

Ahora bien, con un fenómeno climático de La Niña fuerte este año, se espera que la pesca ilegal regrese a la Isla del Coco debido al retorno de grandes pelágicos; es decir los organismos que viven en mar abierto.

El aumento del nivel del mar afectaría las playas de la Isla, cambiaría su forma y ya está afectando las piedras gravadas por visitantes históricos.

Y si a lo anterior se suma los efectos por el cambio climático, se tiene que más del 80% de los arrecifes de coral de las AMP pueden morir en cuestión de décadas.

“En aguas poco profundas tropicales, un aumento de temperatura de hasta 3°C para el año 2100, puede dar lugar a eventos de blanqueamiento anual o bianuales de los arrecifes de coral de 2030 a 2050. Incluso los escenarios más optimistas proyectan blanqueo anual de 80 a 100 % de los arrecifes de coral en las AMP para el año 2080”, detalló Golfin.

MarViva impulsa la adaptación al cambio climático de los sectores de pesca y turismo con el objetivo de aumentar su resiliencia y preparar a las comunidades dedicadas a estas actividades productivas en la región del Pacífico Este Tropical.

El énfasis está en disminuir la vulnerabilidad de estos grupos y mejorar las prácticas productivas; retos que, sin duda, contribuirán a salvaguardar los ecosistemas marinos.

Según cifras de la Administración Nacional de Aeronáutica y Espacio (NASA), el dióxido de carbono ha aumentado a 404.93 partes por millón, al igual que la temperatura global en 1.7 ºF desde 1880, mientras que al año la superficie de hielo disminuye en 281.0 giga y el mínimo de hielo ártico en 13.3% por década, lo que ha ocasionado a su vez un aumento en el nivel del mar de 3.4 milímetros por año.

Por tanto, nos queda hacernos dos preguntas no distante una de la otra: ¿deseamos preservar la diversidad de la vida marina y los abundantes recursos proporcionados por nuestros benefactores azules, su riqueza y su belleza? y ¿reduciremos o no de forma sustantiva nuestro impacto humano directo: generación de emisiones de gases de efecto invernadero, pesca, caza, deforestación, contaminación?

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