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Voluntarios devuelven funciones ecológicas a parque urbano

Fecha de publicación en Latinclima
Autor: Michelle Soto
Autor institucional: LatinClima
Región: América Central
Año de publicación:: 2018
Reforestación en el parque La Sabana
Alejandro Gamboa / Grupo Nación
Durante el 2018, el proyecto de rearborización del Parque Metropolitano La Sabana espera sembrar 450 nuevos árboles gracias al trabajo voluntario de las personas que se sumarán a las seis jornadas de siembra que se tienen previstas.
Uso con crédito de autor personal e institucional

¿Qué impulsa a 2.816 personas a donar más de 17.375 horas de trabajo en jornadas de siembra de árboles? En el caso del Parque Metropolitano La Sabana, ubicado en la capital de Costa Rica, los voluntarios quieren que esas 64 hectáreas no solo se vean como un bosque sino que se comporten como tal.

Al sustituir las especies exóticas por árboles nativos, los voluntarios esperan devolver las funciones ecológicas al parque urbano. Los eucaliptos, pinos y cipreses no son propios de estos ecosistemas, por tanto, los animales no saben cómo utilizarlos. Las aves, por ejemplo, no anidan o se alimentan de sus frutos porque estas especies arbóreas no han evolucionado con la fauna nativa del lugar: usualmente, los padres enseñan a sus crías cómo utilizar un árbol, pero estos árboles les son extraños y, por consiguiente, no los usan. Entonces, el parque termina siendo pobre en términos de biodiversidad.

Al iniciar los trabajos, hace nueve años, La Sabana tenía 6.498 árboles. El 97% de estos eran especies exóticas. El proyecto de rearborización, impulsado por una alianza público-privada, pretende sustituir el 50% de esos árboles, ya que la mayoría de ellos están enfermos debido a afectaciones por hongos o insectos.

Según Armando Soto, coordinador técnico del proyecto, La Sabana requiere tener 213 especies nativas para recuperar sus funciones ecológicas. Actualmente, y gracias al esfuerzo de los voluntarios, se han sembrado árboles representativos de 230 especies, entre las que se encuentran almendro de río (Andira inermis), hormigo (Triplaris melaenodendrum), ceibo barrigón (Pseudobombax septenatum), ojochillo (Clarisia racemosa), guayacán real (Guaiacum sanctum), cedro bateo (Cedrela salvadorensis), madroño (Calycophyllum candidissimum) y roble sabana (Tabebuia rosea).

“Las especies son las requeridas para atraer fauna que habita en los Cerros de Escazú, otros parques cercanos y los cañones de los ríos Virilla y María Aguilar, dándole la oportunidad a las personas que visitan el parque metropolitano de conocer especies que habitan en los alrededores de la Gran Área Metropolitana y que son de gran importancia ecológica”, destacó Soto.

De hecho, al finalizar el proyecto, se espera que 130 especies de aves visiten el parque en contraposición a las 13 especies que se contabilizaron en los estudios previos al inicio de las labores de extracción y siembra.

Eso en términos de diversidad. En cuanto a cantidad, ya se han plantado 4.362 árboles. La meta es alcanzar las 5.000 unidades al finalizar el 2019.

Los participantes del I Congreso Latinoamericano sobre Sostenibilidad, Ecología y Evolución (SEE) podrán conocer de primera mano este proyecto, dado que será uno de los destinos de las giras técnicas. SEE, que se realizará del 26 al 29 de setiembre del 2018 en Parque Viva (La Guácima, Costa Rica) y busca posicionarse como un espacio de encuentro para latinoamericanos, donde se puedan compartir lecciones aprendidas y se promuevan sinergias para impulsar la sostenibilidad desde el sector privado, académico y gubernamental.

LatinClima está apoyando el congreso desde la curaduría de la agenda académica, la cual incluirá contenido en seis ejes temáticos: Agricultura, Cambio Climático, Conservación, Transición Energética, Turismo, Urbanismo & Transporte.

¡Manos a la obra!

El proyecto de rearborización es impulsado por el Instituto Costarricense del Deporte y la Recreación (ICODER) y la entidad bancaria privada Scotiabank. También se cuenta con el apoyo del Sistema Nacional de Áreas de Conservación (SINAC), el Ministerio de Justicia y Paz, la Compañía Nacional de Fuerza y Luz (CNFL) y la organización Preserve Planet.

Esta alianza público-privada implicó un modelo de trabajo que resultó novedoso en el país. “Para el sector público es muy difícil hacer, por su cuenta, un proyecto de este tipo. Nosotros tenemos que ser facilitadores de los procesos y hacer alianzas con el sector privado, ya que ellos tienen ciertas facilidades que podemos complementar para lograr realizar proyectos de esta escala”, destacó el ministro del Deporte y la Recreación, Hernán Solano.

“El proyecto ha demostrado que las alianzas público-privadas sí funcionan y sí se pueden hacer. Cuando la gente se compromete, se logra”, dijo Soto.

“Hay momentos en que hay que ajustar el plan de trabajo para los tiempos, requisitos y trámites que conlleva un proceso ligado al Estado, pero la clave está en el compromiso que asumieron las organizaciones e instituciones involucradas. Son entidades que creen en el medio ambiente y ven cómo la recuperación de los parques nos beneficia a todos. Eso es lo que ha marcado la diferencia”, agregó Rocío Zamora, gerente de Relaciones Públicas de Scotiabank.

De hecho, para Zamora, las alianzas público-privadas amplían el alcance de los esfuerzos de responsabilidad social empresarial y les brinda permanencia a lo largo del tiempo porque se parte de las prioridades del país.

La primera etapa consistió en una serie de estudios como censo forestal, identificación de especies idóneas según tipo de ecosistema, inventarios de biodiversidad, análisis de suelos, zonificación del parque y análisis fotográfico del paisaje, entre otros.

Félix Scorza y Luis Quirós, fitopatólogos del SINAC, se dieron a la tarea de examinar los eucaliptos alrededor del lago artificial con el fin de determinar qué los estaba debilitando hasta hacerlos caer, lo cual ponía en riesgo la seguridad de las personas. Se determinó que estaban siendo carcomidos por un hongo y se recomendó la extracción de 643 árboles enfermos.

La segunda etapa se centró en el diseño de la intervención. Con un listado de 213 especies recomendadas, los biólogos se sentaron con los arquitectos paisajistas. Incluso se involucró a José Antonio ‘Tony’ Quesada, quien fue el arquitecto que diseñó La Sabana.

El diseño original del parque data de 1976. Según relató Quesada en una entrevista concedida a la revista Su Casa, al ser un espacio tan grande, se hacía necesario abrir vistas. En esa época no existían visuales largas, por lo que se trató de hacer un diseño que tuviera ejes largos que remataran con una fuente de 30 metros que debía verse desde la esquina noreste del parque.

“Del lado del lago, la idea era que las distancias fueran espacios urbanos para que en 80 o 100 metros el paisaje cambiara. Ese es uno de los secretos que tiene La Sabana”, destacó Quesada.

Es más, y según confesó Quesada, el diseño original contemplaba especies nativas que, incluso, fueran frutales.

“Se generaron volúmenes y masas de árboles que queríamos que fueran de colores. A lo largo de esos ejes visuales se tenía planeado una serie de especies florales como robles de sabana y cortezas amarillas, pero no pudimos conseguirlos. Encontramos unos pocos robles de sabana que siguen allí”, comentó el arquitecto.

En los años setenta, los eucaliptos habían sido mejorados genéticamente para producir madera en un plazo entre 20 y 25 años. Por eso se veían tan rectos, porque su objetivo era producir madera. Con 40 años de vida, esos árboles ubicados en el parque están más que maduros y, por tanto, están muriendo. No fueron árboles pensados para permanecer 200 años en una zona urbana.

“En ese eje visual que entra a La Sabana desde la esquina noreste se planeaba tener dos árboles de Guanacaste, pero no logramos conseguirlos. Lo único que había en los viveros de la época eran eucaliptos; es decir, los pocos viveros que había no tenían especies de árboles sino arbustos y en La Sabana queríamos árboles porque el costo de mantenimiento sería tremendo si se tuvieran solo arbustos”, añadió Quesada.

En 2001, se declaró al Parque Metropolitano La Sabana como Patrimonio Cultural de la Nación. Eso implicaba que el proyecto podía variar las especies de árboles, pero no el diseño. “Se adaptó la sustitución de especies al diseño original; es decir, los ejes visuales y las masas de vegetación no se afectan. Se trata solo de cambiar especies”, explicó Quesada.

El plan de trabajo para la extracción y siembra definió seis sectores de intervención. Las labores de corta dieron inicios en el 2010.

Toda la madera extraía de los árboles de eucalipto se utiliza para confeccionar mesas de picnic, basureros y rótulos que se colocan en el mismo parque, pero también en otras áreas verdes bajo administración del ICODER. Este mobiliario está a cargo del Taller de Maderas de dos centros penitenciarios: La Reforma y San Luis.

Vivero de libertad

Ante la falta de viveros que pudieran proveerles de árboles, el proyecto optó por desarrollar dos: uno ubicado en la Universidad para la Paz y otro en el centro penitenciario La Reforma.

En el caso del vivero de La Reforma, este forma parte del Departamento Agropecuario del Ministerio de Justicia y Paz. Allí, privados de libertad velan por los árboles desde que son semilla hasta que alcanzan los 2,5 metros de altura, tamaño idóneo para ser trasplantados en un espacio al aire libre y puedan sobrevivir por sí mismos.

“Nosotros los abonamos, los podamos, los cuidamos. Toma, más o menos, dos años para que crezcan y tengan el tamaño adecuado para ser sembrados en La Sabana”, explicó José Parra, quien creció en Guanacaste.

Aproximadamente, en este vivero se han cuidado unos 3.000 árboles de 86 especies como surás, jobos, jorcos, papaturros, gavilanes, jícaros, aguacatillos, cacho de danto, guapinol y roble sabana.

Para José Francisco Cubero, ingeniero agrónomo y subjefe del Departamento Agropecuario, el proyecto también tiene un componente social de importancia que ha beneficiado a los privados de libertad que trabajan en él. “El trabajo en un vivero es muy tranquilizante y eso, en un sistema carcelario, es muy valioso. Psicológicamente, les brinda la oportunidad de resarcir lo sucedido en el pasado y edificar desde lo positivo. Para ellos, eso es muy significativo y por eso valoran tanto la oportunidad de trabajar allí”, manifestó Cubero.

De hecho, Parra recordará la primera jornada de siembra del 2018 –ocurrida en el mes de julio- porque significó salir unas cuantas horas del centro penitenciario para sumarse a los 90 voluntarios que trabajaron ese día y así sembrar los árboles que, con tanto esmero, cuidó durante dos años. “Es la primera vez que vengo y es muy bonito saber que ese arbolito me va a esperar cuando yo salga de la cárcel. Ya me queda poco, como nueve meses, para salir. Antes de irme a Guanacaste, de donde soy, tengo que venir a darle la vuelta a los arbolitos”, comentó Parra.

La posibilidad de que tres privados de libertad puedan participar en las jornadas de siembra es una de las características que hace único a este proyecto. Se suman como uno más a las cuadrillas de voluntarios. Ninguna de las otras personas se siente incómoda, a pesar de tener a un custodio detrás siempre vigilante, más bien, los consideran compañeros y no dejan de ser codiciados en los equipos dada su amplia experiencia en la materia.

Para Cubero, esta oportunidad de salir a La Sabana significa una desintoxicación del ambiente que se vive en el sistema carcelario y una motivación para ellos porque se sienten parte de un proyecto que tiene una gran proyección ambiental. “Que vengan acá y participen de la siembra es una forma de retribuirles todo el trabajo realizado en el año. Se les da la oportunidad de salir a un lugar tan lindo como La Sabana para que puedan ver el destino final de los árboles que cuidaron con tanto esmero”, dijo Cubero.

Muchos le cuentan a su familia para que vayan a visitar los arbolitos que ellos cuidaron. En siembras anteriores, algunos familiares les acompañan durante las jornadas en el parque y, por unas horas, también se olvidan del encierro. Algunos hasta prometen volver al parque una vez estén en libertad, no pueden dejar de visitar “los palitos que salieron de sus manos”.

“Uno aprende a valorar. Ya yo no voy a volarle machete a un palo por gusto, porque uno empieza a valorar las cosas que antes no valoraba cuando estaba afuera. Como yo le digo a mi esposa: nunca es tarde para aprender y, cuando logre salir, yo ya voy con otra mentalidad”, comentó Marvin Aguilar, quien se crió en Cartago.

Asimismo, las labores en el vivero les ayudan a sentirse productivos, a la vez que se les capacita en pro de oportunidades laborales a futuro. “Cuando yo entré a trabajar en el vivero, no sabía nada. Ahí me fui empapando del tema gracias a don José Francisco, que me tomó en cuenta”, manifestó Aguilar.

“Además, este trabajito le permite a uno ganarse una platita para ayudar a la familia mientras está adentro. Uno se siente útil, porque uno ahí adentro, nada más durmiendo, no hace nada. El trabajo le permite a uno distraerse, uno tiene la mente en otras cosas y no pasa maquinando tonteras”, subrayó.

Según Cubero, en el centro penitenciario se les brinda formación a través del Instituto Nacional de Aprendizaje (INA). Ese conocimiento se termina de afinar con la práctica en el vivero bajo la guía de los profesionales del Ministerio de Justicia y Paz. “Tenemos, por ejemplo, un módulo de capacitación en mantenimiento de zonas verdes y jardinería, así como reparación de equipo agrícola liviano”, detalló el ingeniero agrónomo.

De esta forma, las personas adquieren destrezas que les permitirán conseguir trabajo una vez salgan de la cárcel e, incluso, pudieran para iniciar sus propios emprendimientos.

“Este proyecto va más allá de un tema ambiental. Hay una proyección social que se ha manejado de forma integral. No es solo ver el sistema carcelario como una carga social sino también ver lo positivo que puede aportar a la sociedad. El sistema puede generar más que castigo, puede ser algo productivo que termina por beneficiarnos a todos”, resaltó Cubero.

Debido a la experiencia derivada a partir del proyecto en La Sabana, el Ministerio de Justicia y Paz está proyectando que el vivero se convierta en proveedor de árboles para reforestación a nivel nacional.

Voluntad en pos de un bosque

Desde un principio, se concibió que las jornadas de siembra fueran realizadas por equipos de voluntarios. Lo que las organizaciones no calcularon fue la alta participación de las personas, tanto de empresas con programas de responsabilidad social como de particulares, que se inscriben a través de las redes sociales.

En nueve años se han realizado 47 jornadas de siembra con participación de 2.816 voluntarios provenientes de más de 123 organizaciones para un total de 17.375 horas de trabajo.

“Hacer voluntariado es importante para el desarrollo de uno como persona. Es un ejemplo para nuestros hijos. Toda buena acción que uno puede hacer, ya sea viniendo aquí a sembrar al parque o haciendo otras cosas como compartir con ancianos, eso lo hace a uno un mejor ser humano”, comentó Rebeca Hernández, vecina de Sabanilla y empleada de la empresa Camposanto La Piedad, que ese día llevó a sus colaboradores a La Sabana a participar de una jornada de siembra.

De hecho, involucrarse en el proceso de siembra representa, en sí mismo, una oportunidad de educación ambiental. Previo al voluntariado, las personas reciben un instructivo y el día propiamente de la siembra, los técnicos del proyecto dedican tiempo a capacitar a las cuadrillas sobre cómo deben manejar el árbol, cuánto y cómo abonarlo, entre otros aspectos.

Soto considera que estas jornadas de siembra permiten a la ciudadanía entender la relevancia del mantenimiento de los parques urbanos y, también al involucrarse como voluntarios, se identifican con la causa y se apropian del proyecto.

“Tenemos historias interesantísimas: el caso de una pareja que participó en un voluntariado cuando eran novios. Vinieron ya siendo esposos a visitar los árboles que sembraron, luego vinieron cuando ella estaba embarazada y ya trajeron al bebé. Eso significa que se apropiaron del parque, ya lo ven como suyo y ven el árbol como parte de su historia. Lo visitan y lo cuidan”, comentó Soto.

“Incluso, a través de las redes sociales tenemos gente que fiscaliza y nos escribe que observaron hormigas en determinado árbol. El haber logrado ese nivel de identificación es impresionante”, añadió Soto.

En lo técnico, una de las mayores enseñanzas se desprende del bajo porcentaje de mortalidad (de lo sembrado) que ha logrado este ejercicio, pues se estimaba que sería del 40% a raíz de la experiencia con otros proyectos de reforestación. Sin embargo, en La Sabana la mortalidad es apenas del 1%.

Aula al aire libre

El Parque Metropolitano La Sabana se ha convertido en un aula al aire libre donde las personas pueden aprender sobre biodiversidad y ecología. Mediante rótulos, la gente se informa sobre las especies arbóreas, sus funciones y estado de conservación.

De hecho, estudiantes de botánica e ingeniería forestal suelen visitar el parque como parte de su proceso de formación. “Ya no necesitan desplazarse al norte del país para observar determinada especie porque la tenemos representada aquí. Entonces, el proyecto también ha logrado darle un valor educativo a La Sabana”, dijo Soto.

Uno de los pendientes que tiene el proyecto es la realización de un estudio técnico para conocer cuánto carbono se está secuestrando gracias al crecimiento de los nuevos árboles. Según Soto, algunos de estos estudiantes han manifestado interés de realizar su trabajo final de graduación o tesis sobre este tema.

Por otra parte, gracias a las especies nativas que se han plantado a la fecha, unas 132 especies de aves están visitando el parque, en contraposición a las 13 que se reportaron por medio de los inventarios de biodiversidad realizados en el 2010. 

Para evaluar la efectividad de las medidas implementadas en este parque urbano, el proyecto contrató a un ornitólogo que realiza monitoreo dos veces al mes. Durante estas visitas, el especialista realiza conteos entre las 5:40 y las 9:40 a. m., periodo de mayor actividad de las aves.

En el 2016, estos monitoreos dieron una grata noticia. Un total de 11 especies de aves que son poco comunes en el Valle Central, se dejaron ver en el parque metropolitano. Se trata del cuclillo piquigualdo (Coccyzus americanus), el manguito pechiverde (Anthracothorax prevostii), colibrí garganta de rubí (Archilochus colubris), el mosquerito silbador (Camptostoma obsoletum) y la reinita lomiamarilla (Setophaga coronata). También se observó al carpintero verde-dorado (Colaptes rubiginosus), la lora de nuca amarilla (Amazona auropalliata), el pibí boreal (Contopus cooperi), la tityra coroninegra (Tityra inquisitor), el vireo pechiamarillo (Vireo flavifrons) y el sinsonte tropical (Mimus gilvus).

“Todas son especies poco comunes en el Valle Central por su distribución, su estatus de conservación en el país, por tratarse de especies migratorias consideradas raras, así como por ser registradas por primera vez desde que se han realizado los inventarios en La Sabana”, destacó Soto.

Esta diversidad y abundancia de aves brinda una oportunidad turística para disfrutar de la avifauna que reside o que migra al Valle Central. “Existe una universidad, vecina del parque, cuyos estudiantes ya están diseñando tours de aves, tours de árboles e incluso agregando al parque dentro de un circuito de city tour. Todos estos esfuerzos valorizan el parque, pero también a la ciudad”, recalcó el coordinador técnico del proyecto.

Otro beneficio indirecto propiciado por el proyecto es que, según Zamora, la iniciativa de rearborización permitió promover una cultura en pro de las especies nativas y esto motivó a otros viveros a variar su oferta.

Replicar la experiencia

Para Solano, el proyecto de rearborización de La Sabana está favoreciendo iniciativas para conectar las áreas de protección en los cerros y las cuencas de los ríos con los parques urbanos, lo cual propiciaría corredores biológicos.

En este sentido, la rehabilitación ecológica de otros parques urbanos es necesaria. De hecho y según el ministro de Deportes y Recreación, existe interés de intervenir el Parque de la Paz, ubicado al sur de la capital, bajo el mismo modelo empleado en La Sabana.

Asimismo, algunas municipalidades ven en La Sabana un modelo por replicar en otros parques urbanos. Para Soto, lo ideal sería que los gobiernos locales trabajaran en sus propios reglamentos de arborización. 

“El proyecto sirvió de punta de lanza para cambiar los paradigmas de rearborización urbana y arboricultura, temas en los que el país estaba un poco rezagado”, señaló Soto.

No solo eso, el modelo de alianza público-privada así como la forma de trabajo puede ser replicados por otras ciudades latinoamericanas interesadas en que sus parques urbanos sean verdaderos bosques.

* El proyecto de rearborización de La Sabana forma parte de las giras técnicas del I Congreso Latinoamericano sobre Sostenibilidad, Ecología y Evolución (SEE), por realizarse del 26 al 29 de setiembre del 2018 en Costa Rica. Más información en: www.costaricasee.com

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