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Bahía Ballena calma su sed con agua de lluvia
Desde hace algún tiempo, Ronald Guzmán y su familia aprovechan el agua de lluvia para lavar ropa, descargar los servicios sanitarios y limpiar la casa.
“Estamos en una comunidad de crecimiento constante y aquí muchas veces hay faltante de agua, a pesar de que tenemos un buen acueducto. Por eso es importante aprovechar al máximo lo que la naturaleza nos da, en este caso, las lluvias”, comentó el vecino de Bahía Ballena, comunidad ubicada en el Pacífico Sur de Costa Rica, a unas tres horas de la capital.
Para ello, en la parte trasera de la vivienda, Guzmán instaló un sistema que permite almacenar el líquido tras un aguacero. “Es un sistema muy práctico: consiste en canoas que dirigen el agua del techo hacia un tanque de 450 litros y de ahí sale la distribución a las áreas donde se va a utilizar”, explicó.
El término técnico es SCAPT, por Sistema de Captación de Agua Pluvial en Techos, y su objetivo es aprovechar la posición elevada e inclinada del techo para dirigir el agua de lluvia hacia un tanque. Como no media ninguna otra superficie (como el suelo), el agua que se recolecta se considera de buena calidad y apta para ser utilizada en actividades domésticas e incluso en el riego de jardines, huertas y abrevadero de animales.
Según Guzmán, ni siquiera hubo que hacer cambios en la casa. Lo único que se requirió fue poner una canoa, los bajantes y la estructura del tanque con su tubería. De hecho, al colocar el tanque en lo alto, se sacó provecho de la gravedad para evitar el bombeo, lo cual acarrearía un costo en electricidad. En total, la obra tuvo un importe de 215.000 colones (unos US $358).
“El principal beneficio yo lo veo a la hora de pagar el recibo. Anteriormente pagábamos, en promedio, unos 15.000 colones (US $25). Actualmente lo que pagamos es 9.000 colones (US $15). Pero hay que tener en cuenta que en esta propiedad hay dos casas y se cobra el mínimo de 5.000 colones (US $8,34). Entonces, realmente lo que estamos pagando por consumo de agua es apenas 4.000 colones (US $6,67)”, detalló Guzmán.
El tanque de 450 litros es adicional. La familia de cinco miembros aún necesita del agua proveniente del acueducto comunitario, el cual debe abastecer a más personas día con día.
Alta demanda
Hace unos siete años, cuando Tania Calderón se inició como directiva de la Asociación Administradora del Sistema de Acueductos y Alcantarillados Comunal o ASADA de Bahía Ballena, la naciente ya no daba abasto y el agua era escasa en la comunidad, por lo que tuvieron que recurrir a los recortes de suministro por horas.
Tenían dos pozos, pero “alrededor de esos pozos lo que pasaba era que habían construido muchas casas y eso nos preocupaba por el tema de la calidad del agua, además de lo costoso que resultaba estar bombeando. Nos costaba cerca de dos millones de colones (unos US $3.335) al mes por concepto de electricidad”, comentó Calderón.
Según datos de la Municipalidad de Osa, a febrero de 2015, Bahía Ballena contaba con 3.306 habitantes en un área de 160 kilómetros cuadrados. En total habían 2.017 viviendas, pero el número sigue incrementándose debido a las segundas residencias o casas de playa.
Por esa razón, en el año 2017, la ASADA captó una nueva naciente para suplir la demanda y los pozos se dejaron como respaldo. “Por el momento tenemos agua suficiente para toda la población y calculamos que para los próximos cinco años, pero la comunidad sigue en constante desarrollo”, manifestó Calderón.
Asimismo, la comunidad colinda con el Parque Nacional Marino Ballena, que es la cuarta área silvestre protegida más visitada en el país con alrededor de 143.000 visitantes al año.
Este parque nacional es reconocido como sitio de crianza de ballenas jorobadas, lo cual se ha constituido en el atractivo de la zona. De hecho, en los últimos 20 años, el turismo ha desplazado a la agricultura y la pesca como actividades económicas.
“En zonas costeras como Bahía Ballena, las actividades del sector turístico y comercial demandan gran volumen de agua para la limpieza de oficinas, alojamientos, embarcaciones, vehículos, piscinas y el riego de zonas verdes; lo que pone en riesgo la disponibilidad de agua potable para consumo humano. Esta demanda podría suplirse con fuentes secundarias como agua de lluvia, por ejemplo”, comentó Catalina Molina, presidenta de Fundación Keto, organización no gubernamental que trabaja en la zona desde el 2009.
A eso se suma que los visitantes no necesariamente tienen una cultura del agua orientada a su uso racional. “Los turistas no son conscientes del desperdicio que causan. Le pongo un ejemplo: en la playa hay una fuente pública que se puso allí para darle agua a las casas de alrededor y los turistas la usan para lavar los carros, las tablas de surf y para quitarse la arena. Es más, uno de los vecinos nos contó que suelen dejar la llave abierta. Esa es agua potable que está desperdiciándose”, comentó Calderón.
Cambio climático
La preocupación, tanto de Molina como Calderón, es que la problemática de escasez de agua se exacerbe con el cambio climático y ya se están presentando las primeras señales.
“El tema de cambio climático es una de las preocupaciones que tenemos como ASADA. La naciente que teníamos era suficiente para abastecer a toda la comunidad y ahora no da ni para 50 casas. Realmente hemos sentido la disminución en la cantidad de líquido”, dijo Calderón.
Lo percibido por la directiva de la ASADA es respaldado por la evidencia científica. Según el “Análisis de vulnerabilidad de las zonas oceánicas y marino-costeras de Costa Rica frente al cambio climático”, serie técnica 06 del proyecto BIOMARCC-SINAC-GIZ (2013), las zonas marino costeras de Costa Rica tienen una alta probabilidad de disminución de la precipitación anual en, al menos el 50%, para fin de siglo.
Según datos del Instituto Meteorológico Nacional (IMN), la disminución de las precipitaciones se daría principalmente en el Pacífico Norte, Pacífico Central y región Central. Para Caribe y Pacífico Sur se prevé un aumento de las lluvias. Sin embargo, ninguna de estas condiciones garantiza cantidad y calidad de agua potable.
Por esa razón, la recomendación de los científicos del proyecto BIOMARCC-SINAC-GIZ es “reutilizar y reciclar, en especial el agua de lluvia, sobre todo en zonas donde se espera que las precipitaciones vayan a disminuir o ser esporádicas”.
Medidas de adaptación
El cambio climático no se puede evitar, pero sí se pueden tomar acciones para aminorar sus impactos y estar mejor preparados para lidiar con sus efectos. A esto se le llama adaptación.
Una medida de adaptación es promover una cultura del agua enfocada al uso racional del líquido. Según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), poner en práctica acciones de ahorro de manera regular puede reducir entre un 10% y un 40% el volumen diario de líquido. Eso quiere decir que una familia acostumbrada a un consumo de 20.000 litros de agua, podría ahorrar de 2.000 a 8.000 litros con solo aplicar medidas de ahorro.
“La conservación y el uso racional del agua es de vital importancia. Aplica tanto para los vecinos como para los turistas que nos visitan”, destacó Calderón, quien comentó que la comunidad se ha preocupado por preservar la cobertura boscosa alrededor de las nacientes y en propiedades aledañas a estas.
Para Molina, otra medida de adaptación es precisamente recolectar el agua de lluvia para disminuir la presión sobre los acueductos comunales. De hecho, esa es una de las líneas de acción del proyecto “Bahía Ballena en Osa: construyendo puentes hacia el cambio climático”, que es ejecutado por Fundación Keto gracias al financiamiento aportado por el Fondo de Adaptación, cuya entidad administradora es Fundecooperación.
En el marco de este proyecto, Fundación Keto está promoviendo mejoras a la infraestructura de viviendas, hoteles y otros negocios mediante la colocación de SCAPT. De hecho, el arquitecto Ariel Hidalgo Solano se encargó de los estudios técnicos que permitieron el diseño de tres modelos de SCAPT para Bahía Ballena.
Tomando en cuenta los datos hidrometeorológicos de la comunidad, donde existe una precipitación anual de 3.752 milímetros por metro cuadrado, un techo de 36 metros cuadrados puede captar aproximadamente 135 metros cúbicos de agua de lluvia al año, esos son 135.000 litros de agua.
En esta comunidad, y según Hidalgo, el consumo promedio de una familia de cuatro personas es de 219 metros cúbicos de agua al año (unos 219.000 litros). Las actividades domésticas con una mayor huella hídrica son: la ducha, con 80.640 litros; la descarga de inodoros, con 80.640 litros; y las labores de lavandería, con 57.600 litros.
Según los cálculos de Hidalgo, con un techo que mida 60 metros cuadrados, esa familia puede recolectar 225 metros cúbicos al año (unos 225.000 litros).
Por medio del proyecto, Fundación Keto financió tres proyectos piloto en la comunidad. El primero se instaló en el hotel Bahía Azul, propiedad de la familia de Calderón. En vez de un tanque, se colocaron dos a una altura de tres metros del suelo para aprovechar la gravedad y ganar presión, con el fin de destinar menos tiempo en el llenado de la lavadora y la piscina.
“Con esa agua de lluvia estamos lavando los paños y las sábanas. Algo curioso es que estamos viendo una disminución en el uso de detergente. Una vez hablando con un profesional en química, él me decía que el agua de la cañería, al tener tanto cloro, necesita más detergente para contrarrestar el efecto de este. En cambio, el agua de lluvia, al carecer de químicos, pues necesita menos detergente”, comentó Calderón.
Hotel Bahía Azul también emplea el agua llovida en el lavado de aceras y el aseo de las áreas comunes, también en una ducha externa cercana a la piscina.
Según Calderón, un “buen aguacero” llena los dos tanques y ese líquido rinde de cuatro a cinco días según el uso que se le dé. Los planes a futuro son dotar de un sistema similar a los otros dos edificios que conforman el hotel.
“Sí notamos una disminución del 50% en el recibo de agua. Nuestra mayor huella hídrica está en la lavandería y en la piscina, entonces el sistema ayudó mucho en ese sentido. Además, a los huéspedes les gusta mucho la iniciativa y muchos se han llevado la idea para implementarla en su casa. Eso es muy bonito, porque no solo nos estamos ayudando nosotros sino que estamos dando un ejemplo y es importante que la gente vea que no se necesita una gran inversión para hacer el cambio”, destacó Calderón.
El segundo proyecto piloto se colocó, precisamente, en la vivienda de Guzmán. Observando el proceso en el hotel, Guzmán le sugirió a Hidalgo sustituir la tubería de PVC de media pulgada de diámetro por tubos de una pulgada. Con ello, se ganó mayor presión.
Asimismo, la experiencia acumulada por Guzmán le permitió colocar el tercer proyecto piloto en una de las residencias de los guardaparques del Parque Nacional Marino Ballena.
Guzmán no lo piensa dos veces: “Claro que sí recomendaría a otros vecinos que instalen un sistema de estos. Es muy sencillo y tiene un bajo costo de inversión. Si bien existe un buen acueducto en la comunidad, a veces se sufre por faltante de agua, sobre todo en vacaciones debido a la cantidad de gente que nos visita. Este sistema es una buena opción”.