Noticias
Bosques: de víctimas a actores clave en la lucha contra el cambio climático
Si bien en los periodos de grandes cambios en el clima del planeta las especies y ecosistemas se han adaptado, el cambio climático supone un desafío mayor, ya que el calentamiento actual del planeta, provocado por la acumulación de gases de efecto invernadero (GEI) en la atmósfera terrestre, se está dando de forma muy acelerada.
Y cuanto más rápidos sean estos cambios, menos tiempo tiene la biodiversidad para adaptarse y brindar todos los servicios que aporta, desde un líquido tan vital como el agua, hasta sistemas de producción de los cuales depende la seguridad alimentaria de regiones enteras.
Solamente los bosques cubren un tercio de la superficie de la Tierra y se estima que contienen dos tercios de todas las especies terrestres conocidas. Sin embargo, son particularmente vulnerables al cambio climático.
Según el informe Cambio Climático y Diversidad Biológica de la Convención sobre la Diversidad Biológica, un aumento de 1° C puede modificar el funcionamiento y la composición de los bosques, y numerosos animales grandes que los habitan, la mitad de los grandes primates y casi el 9% de todas las especies conocidas de árboles, ya corren un cierto riesgo de extinción.
El pasado mes de diciembre fue aprobado en París un nuevo acuerdo climático global, el primero obligatorio de carácter universal, en el que los países firmantes de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático se comprometen a mantener el aumento en la temperatura del planeta “muy por debajo” de los dos grados Celsius respecto de los niveles preindustriales, para evitar los impactos más drásticos del cambio climático.
El acuerdo, que entraría en vigor en el 2020 cuando lo hayan ratificado al menos 55 partes que sumen en total el 55% de las emisiones globales, ha recibido tanto críticas como elogios. Uno de los mayores cuestionamientos es que los compromisos de reducción de emisiones presentados por los países en las llamadas Contribuciones Previstas y Determinadas a Nivel Nacional o INDC (por sus siglas en inglés), no son suficientes para lograr esa meta climática global. Un análisis de la Agencia Internacional de Energía había revelado antes de la Cumbre de París que los INDC presentados tenían la capacidad de limitar el aumento en la temperatura del planeta en unos 2.7 grados Celsius y no menos de eso.
Sin embargo, el mismo acuerdo señala la importancia de revisar periódicamente estos planes de acción climática con el fin de aumentar su ambición y brinda el marco de acción no solo para los gobiernos, sino que hace un llamado también a “la sociedad civil, el sector privado, las instituciones financieras, las ciudades y otras autoridades subnacionales, las comunidades locales y los pueblos indígenas”.
Para Ramiro Fernández, director de Cambio Climático para América Latina de la Fundación Avina, un aspecto importante del acuerdo es que establece una meta global de neutralidad de gases de efecto invernadero y no de neutralidad de carbono.
Esto quiere decir que los países se comprometen a lograr “un equilibrio entre los gases emitidos y los que pueden ser absorbidos” para la segunda mitad del siglo, lo que supone cero emisiones netas o el hecho de que los países no pueden lanzar más GEI que los que el planeta pueda absorber por sus mecanismos naturales.
Esto, según Fernández, implica ir más allá del tema energético y “empodera el rol de los bosques de América Latina, que alojan la biodiversidad de la región”.
Precisamente, un punto clave del acuerdo es el artículo 5, que reconoce la importancia de los bosques como sumideros de GEI y, por ende, la relevancia de reducir las emisiones provocadas por la deforestación y la degradación de estos ecosistemas y de gestionar sosteniblemente este recurso, así como aumentar las reservas forestales de carbono en los países en desarrollo.
También se habla de adoptar enfoques de política alternativos, "como los que combinan la mitigación y la adaptación para la gestión integral y sostenible de los bosques, reafirmando al mismo tiempo la importancia de incentivar, cuando proceda, los beneficios no relacionados con el carbono que se derivan esos enfoques". Es decir, todos los servicios y beneficios derivados de la biodiversidad en estos ecosistemas.
Esto potencializa aún más el Programa de Reducción de las Emisiones derivadas de la Deforestación y Degradación de los Bosques (REDD+), establecido como una herramienta de la Convención de Cambio Climático en la cumbre climática de Bali, Indonesia, en el 2007, y que busca otorgar incentivos a países en desarrollo para conservar sus recursos forestales y manejarlos de forma sostenible.
El rol de los bosques
La conservación de los bosques cobra mayor sentido que nunca si se tiene en cuenta que estos contienen el 80% de todo el carbono almacenado en la vegetación terrestre y que las actividades de deforestación y desmonte emiten anualmente a la atmósfera alrededor de 1,7 mil millones de toneladas métricas de carbono, según el informe Cambio Climático y Diversidad Biológica.
De ahí que acciones como la conservación, regeneración, reforestación, conexión de hábitats y prácticas de sostenibilidad en sistemas productivos aledaños a reservas, pueden hacer que los bosques pasen de ser víctimas a contar con un rol activo en la lucha contra el cambio climático.
Trabajar por esto implica también cumplir con el objetivo 15 de los Objetivos de Desarrollo Sostenible, aprobados en setiembre de 2015 por los Estados miembros de la ONU. Este objetivo propone “proteger, restablecer y promover el uso sostenible de los ecosistemas terrestres, efectuar una ordenación sostenible de los bosques, luchar contra la desertificación, detener y revertir la degradación de las tierras y poner freno a la pérdida de diversidad biológica”.
La conservación y el manejo sostenible de los bosques también están contemplados en varias de las Metas de Aichi para la Conservación de la Diversidad Biológica, adoptadas en 2010 por los países miembros del Convenio sobre la Diversidad Biológica de Naciones Unidas (CDB).
Por ejemplo, la meta 5 establece que para el 2020 se habrá reducido por lo menos a la mitad y, donde resulte factible, se habrá disminuido hasta un valor cercano a cero el ritmo de pérdida de todos los hábitats naturales, incluidos los bosques, y se habrá reducido de manera significativa la degradación y la fragmentación.
También la meta 15 habla de incrementar la resiliencia para el 2020 de los ecosistemas y la contribución de la diversidad biológica a las reservas de carbono, mediante la conservación y la restauración (incluida aquella de por lo menos el 15 por ciento de las tierras degradadas), contribuyendo así a la mitigación y adaptación al cambio climático y a la lucha contra la desertificación.
Para Carlos Manuel Rodríguez, asesor senior de política y vicepresidente del Centro para el Ambiente y la Paz de Conservación Internacional, se requiere una mayor coherencia política para crear sinergias entre las convenciones de Cambio Climático y Biodiversidad, con el fin de que estas estrategias sean internalizadas en las agendas de desarrollo de los países.
“Invertir en la naturaleza es importante para mitigar y adaptarse al cambio climático: hay que parar la deforestación y manejar correctamente las áreas silvestres protegidas”, señala. Para esto es importante asignar más recursos y reportar sobre indicadores clave: “un US$1 que se destine a conservación representa US$7 en beneficios de la biodiversidad”.