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Cuando el negocio es también conservar la biodiversidad
En el momento en que la Secretaría del Convenio sobre la Diversidad Biológica (CBD) lanzó la tercera evaluación mundial sobre el estado de la biodiversidad en el mundo, fue claro que no se había alcanzado la meta adoptada por los países en 2002 de reducir significativamente para el 2010 el ritmo de pérdida de la diversidad biológica.
Por el contrario, se encontró con que estaban aumentando algunas de las más grandes presiones sobre la biodiversidad, como la pérdida y degradación de hábitats naturales, la sobreexplotación de los recursos biológicos, la contaminación y el cambio climático, con su consecuente impacto en los ecosistemas y los servicios que estos brindan.
La evaluación, denominada Perspectiva Mundial sobre la Diversidad Biológica, también mostró que se estaba empujando a algunos ecosistemas hacia umbrales críticos. Si se traspasaban esos umbrales, existía el riesgo de que se produjese una drástica pérdida de diversidad biológica y que se degradaran una amplia gama de servicios de los que dependen las personas para sus medios de vida y su bienestar. En general, todas las sociedades y las economías se verían afectadas.
Sin embargo, se vio también que todavía podía reducirse el ritmo de pérdida de la diversidad biológica y, con el tiempo, hasta detenerse, si los gobiernos y la sociedad tomaban medidas coordinadas en diversos niveles, incluyendo al sector empresarial.
La evaluación sentó las bases sobre las cuales se elaboró el Plan Estratégico para la Diversidad Biológica 2011-2020, acordado en la décima reunión de la Conferencia de las Partes del Convenio sobre la Diversidad Biológica (COP-10) en Nagoya, Japón, en 2010.
El Convenio sobre la Diversidad Biológica es una de las tres convenciones surgidas de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo, también conocida como Cumbre de la Tierra, celebrada en Río de Janeiro, Brasil, en 1992. El convenio entró en vigor a finales de 1993 y su fin es “la conservación de la diversidad biológica, la utilización sostenible de sus componentes y la participación justa y equitativa en los beneficios que se deriven de la utilización de los recursos genéticos”.
Para lograr su cometido al 2020, el plan estratégico de la Convención incluye un conjunto ambicioso de 20 metas, conocidas como las Metas de Aichi para la Diversidad Biológica, la mayoría con fecha límite al 2020, cuyo fin último es llegar al 2050 con una visión de mundo en la que la diversidad biológica sea valorada, conservada, restaurada y utilizada racionalmente, manteniendo los servicios de los ecosistemas, sustentando un planeta saludable y brindando beneficios esenciales para todos.
Este plan estratégico sirve de marco flexible para el establecimiento de metas nacionales y regionales. De acuerdo con Braulio Ferreira de Souza, Secretario Ejecutivo de la Convención sobre Diversidad Biológica, “las acciones que se precisan son variadas e incluyen incorporar los valores de la diversidad biológica en las políticas, introducir cambios en los sistemas de incentivos económicos, hacer cumplir las normas y las reglamentaciones, dar participación a las comunidades indígenas y locales, así como al sector empresarial”.
Mesoamérica: un punto caliente en biodiversidad
Al formar un puente biológico entre dos enormes masas terrestres como lo son América del Norte y del Sur, la región mesoamericana alberga una enorme biodiversidad, ya que presenta especies representativas de estas latitudes, además de las que ya poseía originalmente. La región es considerada uno de los puntos calientes más ricos en biodiversidad del planeta y, pese a representar el 0,5% de la superficie terrestre, alcanza el 7% de la diversidad biológica global.
Pese a esto, también presenta índices de deforestación de los más altos del planeta y otras amenazas como el uso intensivo y poco sostenible de los recursos naturales (terrestres y marinos), la cacería, los incendios forestales y la amenaza cada vez mayor del cambio climático, el cual convierte a esta región en una de las más vulnerables del mundo.
Esto pone en peligro servicios esenciales como la producción de agua, la belleza escénica para actividades turísticas y recreativas, la biodiversidad para diferentes usos, incluyendo la alimentación, y el potencial para fijar o retener carbono, que es uno de los gases que están provocando el calentamiento global.
Biodiversidad como argumento empresarial
Por esta razón, proteger la biodiversidad no solo tiene sentido a nivel ambiental, sino también social y económico. Así lo entendió un grupo de actores que en 2012 creó la Biodiversity Partnership Mesoamérica o Alianza Mesoamericana por la Biodiversidad (BPM) como una plataforma regional que surgió gracias a una iniciativa de desarrollo entre las empresas REWE, CHIQUITA y CORBANA, en la región fronteriza de Costa Rica y Panamá. Esta iniciativa estableció una red de actores públicos y privados con capacidad para contribuir a la conservación de la biodiversidad al interior de áreas protegidas y en corredores biológicos del lado caribeño de esa frontera.
Hoy la plataforma de la BPM cuenta con 27 actores entre consorcios multinacionales, empresas, organizaciones de la sociedad civil, fondos de financiamiento, instituciones académicas y públicas de la región mesoamericana y República Dominicana. Cuenta también con el apoyo de la Cooperación Alemana para el Desarrollo (GIZ), mediante el Programa “Desarrollo de la Alianza Mesoamericana por la Biodiversidad”.
Algunas de las iniciativas y logros de la alianza en el tema biodiversidad son: el manejo y conservación de áreas silvestres protegidas privadas y la reforestación en terrenos aledaños para crear corredores biológicos, como una iniciativa impulsada por Chiquita Brands en alianza con diferentes socios en dos zonas de de alta biodiversidad en Costa Rica y Panamá; un proyecto de conexión biológica entre fincas de café, promovido por ECOM y Nespresso con productores en Costa Rica; y el intercambio sur-sur de experiencias en sistemas productivos sostenibles, impulsado por la Comisión Nacional de Biodiversidad (CONABIO) de México entre países mesoamericanos, Colombia y República Dominicana.
Otras iniciativas son: el cultivo de macadamia orgánica por parte de la empresa La Loma y sus productores asociados, que está contribuyendo a reforestar tierras degradas en República Dominicana; la producción de banano orgánico y semi convencional por parte de Platanera Río Sixaola en Costa Rica sin emplear insecticidas, nematicidas y herbicidas químicos; y un uso en tecnología de refrigeración que permite ahorrar hasta un 70% de energía en los contenedores de Dole y un 50% de agua en sus sistemas de riego y recirculación en las áreas de empaque de sus fincas.
Para George Jaksch, Presidente de la BPM, las empresas miembro de esta plataforma comprenden que su quehacer se beneficia directa o indirectamente de los servicios de los ecosistemas, las especies y la diversidad genética. Asimismo, están conscientes de que “la amenaza a la biodiversidad también afecta la supervivencia y competitividad del negocio”.
El resultado que es que la conservación y el uso sostenible de la biodiversidad empieza poco a poco a tomar fuerza también como una importante inversión empresarial y argumento de negocios.