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De Alaska al Caribe: el increíble viaje de las aves migratorias

Fecha de publicación en Latinclima
Región: Suramérica
Año de publicación:: 2015
Lina Cano
El cambio climático, la contaminación y la sedimentación son algunas de las problemáticas que afectan a los humedales Ciénaga de la Virgen y Juan Polo en Cartagena y, por ende, a sus huéspedes, las aves.
Uso con crédito de autor personal e institucional

Imagine que es un ave, si, imagínelo. Imagine que tiene la libertad para decidir tener un pico largo e intimidante, o uno corto y recatado; ser un ave alta y esbelta, o baja y robusta; de colores vistosos, o más bien lúgubres. Ahora, imagine que vive en Alaska, Canadá, o en el Norte de los Estados Unidos, y que con el final del otoño y la llegada del invierno, como en todos los países nórdicos, empieza a sentir las temperaturas que bajan, los días que se acortan, la escasez de comida, la desnudez de los árboles y, en general, cómo todo luce más gris.

¿El momento perfecto para un viaje al caribe suramericano? Por supuesto, pero recuerde que es un ave, su travesía carece de maletas, visas o pasaportes, filas en aeropuertos y oficinas de inmigración; así que debe prepararse. La inquietud de migrar le hace dormir poco en la noche, y durante el día empieza a comer en exceso para acumular grasa en sus músculos pectorales, el dorso, las axilas, el abdomen, y básicamente todo su cuerpo; poco estético, sí, pero es el combustible que necesita para realizar su largo viaje al edén.

Volará durante horas seguidas atravesando el Atlántico sin descanso, ni relevos, se guiará por la posición del sol y las corrientes de viento, como sustento tendrá solo la energía de su cuerpo que le permitirá viajar, al igual que a otras varias especies de aves, de norte a sur. Recorrerá unos diez mil kilómetros de distancia en un solo trayecto cada año.

Si usted alcanza en promedio su aniversario número 15, habrá hecho este viaje quince veces, y recorrido aproximadamente 360.000 kilómetros, casi la distancia que separa a la luna de la Tierra, que es 384.400 kilómetros.

Aterricemos. Semejante proeza alcanzada por animales tan diminutos, con tal determinación merece apenas un reconocimiento. Que los mangles de las Ciénagas de la Virgen y Juan Polo en Cartagena sean el sitio de hospedaje elegido por ellos para su descanso, toda una celebración. Es por esto que la Fundación Ecoprogreso y la Corporación Ambiental Afrodescendiente de La Boquilla Corpambo, con el apoyo de entidades como la Universidad Tecnológica de Bolívar, organizan la segunda versión del Festival de Aves Migratorias del Caribe Colombiano, que se lleva a cabo entre octubre y noviembre.

Un admirado evento natural 

Las migraciones son uno de los fenómenos más misteriosos e interesantes del reino animal. Desde octubre hasta abril, las aves comienzan a llegar a Brasil y Bolivia como destino final, incluso algunas arriban a países australes, como Chile o Argentina.

En su paso por Cartagena de Indias, los acoge la quietud del mangle y de las aguas cienagueras que, pasmadas ante el espectáculo, se vuelven espejos y reflejan el aleteo de la garcita verde, del águila pescadora, de los chorlos grises y otras veinte especies.

“De las cerca de 1898 especies de aves con las que cuenta Colombia y que le permiten ostentar el título del país más biodiverso en aves del mundo, aproximadamente 275 son migratorias y de estas, 154 aproximadamente vienen del hemisferio norte. Estas especies se agrupan en unas 48 familias, siendo las reinitas, los playeros y los atrapamoscas, las más abundantes, seguidas por los colibríes, las gaviotas y gaviotines.” explica Juan Felipe Restrepo, biólogo marino y miembro de la mesa del Festival.

Yanira Cifuentes, miembro de la Asociación para el Estudio y Conservación de las Aves Acuáticas en Colombia (Calidris), menciona en el portal de la organización cómo la Ciénaga de la Virgen y Juan Polo en Cartagena son de los humedales más importantes del Caribe colombiano, no solo para los pájaros sino para la biodiversidad de la región, pues albergan múltiples especies acuáticas y migratorias neotropicales, entre las que sobresalen el págalo parasítico (Stercorarios parasítico), la aguja canela (Limosa fedoa) y el zarapito (Numenius phaeopus), insignias del festival.

Los chorlitos o playeros son quizá una de las familias más temerarias que convierten al sur en norte mientras esperan el paso del invierno boreal. Su pequeño tamaño parece ser inversamente proporcional a la valentía que demuestran al cruzar el planeta. El playerito canela (Tryngite subruficollis), por ejemplo, mide entre 17 y 20 centímetros, se reproduce durante junio y julio en el clima frío de la tundra del Mar Ártico y, una vez que los pichones pueden volar, emprende su vuelo con toda la familia a las áreas más cálidas del Cono Sur.

El playero occidental, por su parte, anida solamente en el este y norte de Alaska y en una pequeña parte de la península de Chukotsky, en Rusia, lo que convierte a Suramérica, y en especial a Cartagena, una vez más, en el sitio turístico preferido de visitantes internacionales.

Un evento natural con tal magnitud de visitantes debería tener igual cantidad de espectadores, que conscientes de la importancia del manglar para que ocurran las migraciones, lo resguarden y protejan. Este es el principal objetivo del festival, de acuerdo con Viviana Mourra, directora de Ecoprogreso y organizadora. “La idea es que la gente conozca el valor de los manglares como hábitat para estas especies y motivar así su cuidado y uso sostenible; que no permitan el relleno con escombros, que está acabando con la Ciénaga; que no arrojen basuras a este cuerpo de agua; y que se motiven a conocer el tesoro que es la ciénaga, dice”.

En su segunda versión, que se lleva a cabo en octubre y noviembre de este año, el Festival desarrolla actividades de formación sobre el cuidado de este ecosistema con las comunidades próximas a la ciénega; jornadas de limpieza ambiental y un foro que contará con la participación del sector privado, público, académico y la ciudadanía, para generar diálogo en torno a las estrategias de conservación que se deben adoptar.

Menos hondas, más aleteo

El cambio climático, la contaminación de la ciénaga y la sedimentación a causa de las invasiones formales e informales que se han apoderado de la misma, son algunas de las problemáticas que afectan al manglar y, por ende, a sus huéspedes, las aves; a eso se suma una práctica común entre la cultura costeña e incluso socialmente aceptada, que les está cortando el camino: la caza de pájaros con hondas.

¿Cómo lograr la renuncia a una actividad que resulta recreacional para niños y adolescentes en un ambiente con limitadas opciones de esparcimiento y juego? A través del amor, responde Juan Restrepo. “El Festival de las aves es una tradición que existe desde Alaska y Canadá hasta Tierra del Fuego y que nos hermana a los pueblos que compartimos el ser albergues de las aves migratorias; nos une en torno a una causa común: estos ilustres viajeros que año tras año cruzan nuestras fronteras recordándonos que para la naturaleza somos un solo planeta. Es una excelente excusa para divulgar el cuidado y el amor por la naturaleza”, dice.

Copyright: Uso con crédito de autor personal e institucional

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