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Mayor área protegida ayudará a bosque de páramo a enfrentar el cambio climático en Costa Rica

Fecha de publicación en Latinclima
Autor: Michelle Soto
Autor institucional: LatinClima
Región: América Central
Año de publicación:: 2018
Asociación Costa Rica por Siempre
La gran mayoría del páramo de Costa Rica se localiza en la Cordillera de Talamanca. El único otro sitio donde se encuentra es en la Cordillera Volcánica Central, en los alrededores de los volcanes Irazú y Turrialba. En total, el páramo de Costa Rica representa el 0,3% del territorio nacional.
Uso con crédito de autor personal e institucional

En los alrededores del volcán Irazú, en la zona central de Costa Rica, la vegetación se empequeñece conforme se gana altitud. También se enfría la nariz y la humedad transportada por el viento envuelve los huesos con una capa que se siente metálica.

Bueno, esa era la sensación cuando se caminaba por los senderos del páramo hace una década. Hoy, una chaqueta ligera es suficiente para contrarrestar el frío y el viento. La temperatura ha aumentado y estos bosques de altura, que se ubican entre los 3.100 – 3.820 metros sobre el nivel del mar, constituyen uno de los ecosistemas más amenazados por el cambio climático en el trópico.

Las condiciones ambientales a esa altitud podrían catalogarse de extremas: alta radiación ultravioleta, escasez de oxígeno, temperaturas variables entre día y noche, mucha humedad, así como suelos pedregosos y pobres.

Por eso, la biodiversidad que se encuentra en este lugar ha evolucionado conjuntamente con el ecosistema. De hecho, las relaciones entre especies son tan estrechas que su destino depende una de la otra. Por ejemplo, una planta que depende de un polinizador específico, cuyo encuentro se sincroniza cuando se presentan ciertas condiciones en el ecosistema.

Para alcanzar ese punto, la biodiversidad ha tenido miles de miles años para asimilar y ajustarse a los cambios que se iban presentando con el tiempo. Ahora, las variaciones en temperatura y precipitación son cada vez más frecuentes y las especies tienen tres opciones: perecer, migrar o adaptarse.

En otras palabras, los ecosistemas se ven cada vez más exigidos y muchos de ellos simplemente han perdido capacidad de respuesta debido a factores que vulneran su salud, como la contaminación, la deforestación, la extracción de especies y los incendios forestales, entre otros.

“Lo que pasa es que este ecosistema de alta montaña no tiene para dónde escapar ante el aumento de la temperatura, ya está en el punto más alto y frío del país”, comentó Julio Bustamante, funcionario del Sistema Nacional de Áreas de Conservación (Sinac).

Costa Rica es el punto más al norte de los páramos americanos, característicos de Suramérica. Estos bosques de altura se encuentran tanto en la Cordillera de Talamanca como en la Cordillera Volcánica Central, específicamente en los volcanes Irazú y Turrialba.

En un esfuerzo por mejorar la salud del ecosistema, y con ello favorecer la conectividad en pro de la adaptación de la biodiversidad al cambio climático, la Fundación para el Desarrollo de la Cordillera Volcánica Central (FUNDECOR) adquirió 82 hectáreas de páramo, correspondientes a dos fincas aledañas al Parque Nacional Volcán Irazú, específicamente en el sector de Prusia.

Para ello se desembolsaron ¢308.825.704 (aproximadamente $543.707), que incluyen tanto el valor de la tierra como los gastos legales y de formalización, así como los costos de mantenimiento y administración de las fincas por parte de FUNDECOR.

El dinero provino del Primer Canje de Deuda por Naturaleza entre Estados Unidos y Costa Rica, administrado por Asociación Costa Rica por Siempre (ACRXS).

Próximamente, FUNDECOR traspasará las fincas al Área de Conservación Central (ACC) –que forma parte del Sinac- y estas pasarán a formar parte del Patrimonio Natural del Estado.

“La compra de estas tierras contribuirá a los esfuerzos del ACC para conectar al Parque Nacional Volcán Irazú con el Parque Nacional Braulio Carrillo, considerando variables biofísicas, biológicas y socioeconómicas”, dijo Lesbia Sevilla, presidenta del Comité de Supervisión del Primer Canje de Deuda por Naturaleza Estados Unidos – Costa Rica.

“Además, se escogieron estas fincas porque contribuirán a llenar un vacío de conservación determinado por el estudio GRUAS II”, complementó Adolfo Artavia, Oficial de Conservación de ACRXS.

Estas dos fincas de 47 y 35 hectáreas, respectivamente, estuvieron dedicadas a la ganadería de producción de leche y ahora están en proceso de recuperación. Poseen bosques de robledales mixtos con árboles aislados de los géneros Quercus y Salvia así como jaúl. También existen sombrillas de pobre (Gunnera insignis), algunas plantas leñosas (ericáceas), varios géneros de hierbas y macrohongos.

“Los robledales son muy importantes en la ecología, ya que son vitales en la producción de agua y energía hidroeléctrica de algunas cuencas. Ofrecen servicios de regulación como fijación de carbono, mitigación del cambio climático, formación y protección del suelo y mejora la calidad de agua y aire. Además, forman una extensa y compleja red de interacciones con otros organismos como hongos, bacterias, insectos y plantas epífitas (plantas que crecen sobre otras), como por ejemplo orquídeas y helechos”, se lee en un resumen ejecutivo sobre el proyecto.

Dinero de deuda externa redirigido a conservación

El Primer Canje de Deuda por Naturaleza Estados Unidos – Costa Rica es un acuerdo entre los gobiernos de estos países para redirigir el pago por concepto de deuda externa. En otras palabras, mediante este acuerdo, Estados Unidos condona parte de la deuda externa que contrajo Costa Rica con tal de que este país invierta ese dinero en el financiamiento de proyectos de conservación.

El monto de este primer canje asciende a los $26 millones. Para la administración del dinero se eligió primeramente al Instituto Nacional de Biodiversidad (INBio) y, desde 2017, esta función recayó en ACRXS.

El objetivo del primer canje es facilitar la conservación, protección, restauración y uso sostenible de los bosques tropicales de Costa Rica, concentrados en seis áreas geográficas prioritarias: Osa, La Amistad, Tortuguero, Maquenque, Área Noreste del Rincón de la Vieja y Nicoya.

“Una característica de los proyectos financiados por este primer canje es que el dinero se debe invertir en esas seis áreas prioritarias, pero fuera de áreas silvestres protegidas”, detalló Artavia.

A la fecha se han adjudicado más de 40 proyectos, los cuales fueron evaluados por un comité integrado por funcionarios del Sinac, la Embajada de Estados Unidos en Costa Rica, The Nature Conservancy (TNC), Conservación Internacional (CI) y la Universidad EARTH.

“La mayoría de los proyectos financiados con el primer canje están relacionados a conectividad y esta es clave cuando hablamos de cambio climático”, manifestó Artavia.

En reforestación, por ejemplo, el primer canje ha permitido la siembra de 63.000 árboles que ayudan a robustecer los corredores biológicos. Esto, en fincas tanto abocadas a la conservación como en sistemas silvopastoriles.

También se han creado unas 10 brigadas contra incendios forestales y se dotaron de planes de manejo a cinco corredores biológicos. A esos esfuerzos se suma la compra de tierras para destinarlas a conservación.

Asimismo, los proyectos promueven el mejoramiento de los medios de vida de las comunidades que habitan en estas seis áreas prioritarias, lo cual favorece la adaptación al cambio climático.

En este sentido, y en sus 10 años de existencia, el primer canje ha potenciado 50 emprendimientos de turismo rural y se ha capacitado a 150 productores en diversos temas de índole ambiental.

Las acciones de conservación que promueve el primer canje ayudan a fortalecer a los ecosistemas y estos, al estar fuertes y saludables, serán capaces de lidiar de una mejor manera con el cambio climático.

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