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Refugios Pesqueros del Sistema Arrecifal Mesoamericano, aliados contra el cambio climático
Procurar el bienestar y el sustento diario de sus familias motivó a dos comunidades de pescadores -una en Guatemala y otra en Belice-, a establecer en sus territorios áreas de recuperación pesquera -también conocidas como refugios pesqueros-, las cuales son excelentes estrategias y modelos de adaptación y mitigación al cambio climático.
Al delimitar y conservar dichas áreas, las comunidades que las lideran contribuyen a la preservación de la diversidad de plantas y animales acuáticos de los cuales dependen para vivir, así como de los manglares, importantes fortalezas naturales que capturan unos 2.8 millones de toneladas de dióxido de carbono cada año y protegen contra tormentas, huracanes, inundaciones, entre otros eventos climáticos extremos.
En Centro América, los exitosos modelos de recuperación pesquera que existen están en el Sistema Arrecifal Mesoamericano (SAM) -la segunda barrera de coral más grande del mundo después de la de Australia-, que se extiende a lo largo de las costas caribeñas de México, Guatemala, Belice y Honduras.
De los países que comparten el SAM, México es el pionero en la creación de estas herramientas de conservación y ha colaborado con los demás proporcionando información y capacitación para replicarlas. Le sigue Guatemala, que estableció sus primeras áreas de recuperación pesquera en el Refugio de Vida Silvestre Punta de Manabique.
Luego, la Comunidad Barra Sarstún, también en Guatemala, delimitó hace tres años otro refugio, el cual tiene una longitud aproximada de 1 kilómetro.
En el caso de Belice hay demarcados, por decisión comunitaria, tres refugios pesqueros en el Parque Nacional Sarstoon-Temash, los cuales tienen unos 600 metros de línea costera por 400 metros de ancho, cada uno.
Tanto en El Caribe beliceño como guatemalteco, los pescadores comentan que la cantidad de peces y crustáceos ha disminuido como consecuencia de la tala ilegal de mangles, la sobrepesca, la pesca ilícita y por factores ambientales como el incremento de la temperatura del agua debido al calentamiento global.
Por eso, los refugios pesqueros son su mejor estrategia para ayudar a que se recuperen las plantas y poblaciones de animales acuáticos de la zona, así como para enfrentar el cambio climático.
Exitosos modelos de adaptación y mitigación climática
Los refugios pesqueros son proyectos innovadores porque buscan implementar la lógica de la conservación terrestre en un área marino-costera, la cual debido a sus características tiene un manejo particular, pero que al aplicarse de forma correcta y sistematizada produce resultados evidentes en dos años.
"Algo fundamental para que estas herramientas de conservación sean exitosas, es que su delimitación y manejo sea planificado y ejecutado de manera participativa, y sobre todo, que nazca desde las comunidades. Solo así se alcanzan los objetivos de conservación y bienestar humano deseados”, explica Cleopatra Méndez, Coordinadora para EcoLogic Development Fund, del Proyecto Binacional Sarstún-Temash, el cual abarca el Área de Uso Múltiple Río Sarstún en Guatemala y el Parque Nacional Sarstoon-Temash en Belice.
Méndez también explica que el Proyecto Binacional es una alianza transfronteriza para tener pesquerías saludables, que se enfoca en mantener las relaciones y comunicación entre las comunidades costeras de Guatemala y Belice para consensuar acuerdos voluntarios de manejo de sus áreas de pesca y la adopción de mejores prácticas en su faena diaria.
Otra de las metas del Proyecto Binacional es fortalecer las capacidades de liderazgo de las poblaciones costeras –para lo cual se involucra en distintos talleres de capacitación a niños, jóvenes, hombres y mujeres-. El objetivo es promover procesos sostenibles a largo plazo para alcanzar un empoderamiento comunitario auténtico que contribuya a la gestión óptima de los recursos marino-costeros de la región Sarstún-Temash.
Cleopatra Méndez, Coordinadora del Programa Binacional, es originaria de Izabal, por lo que conoce bien las necesidades de las comunidades de la región.
Para muestra, Barra Sarstún
El río Sarstún tiene 111 kilómetros de longitud y su cuenca la comparten Guatemala y Belice. Sin embargo, debido a los gastos de combustible para trasladarse de un sitio a otro, los pescadores de la zona guatemalteca -que suman más de cien familias-, no realizan su faena en toda la extensión del mismo, sino en la costa aledaña a su comunidad. Esta situación hace que la cantidad de peces y demás recursos hidrobiológicos del área sean insuficientes para todos.
Por eso, luego de varias reuniones y talleres de capacitación y sensibilización ecológica donde participaron activamente los pescadores del Caribe guatemalteco, decidieron por iniciativa propia, establecer el refugio pesquero de Barra Sarstún, comenta Cleopatra Méndez.
La declaración del refugio se formalizó a través de un acta comunitaria, la cual firmaron los integrantes de los Concejos Comunitarios de Desarrollo de Barra Sarstún Arriba y Barra Sarstún Abajo, como se divide esta comunidad del Municipio de Livingston, en el Departamento de Izabal; esta es una de las cuatro comunidades de pescadores, principalmente de origen maya Q´eqchi´, que dependen de la pesca artesanal para subsistir y que están ubicadas dentro del Área de Uso Múltiple del Río Sarstún en El Caribe de Guatemala, la cual fue declarada zona protegida en 2005.
Luego de la creación del refugio pesquero y gracias al concenso comunitario para protegerlo, así como al cumplimiento de las vedas de pesca establecidas por la ley, los integrantes de Barra Sarstún han mejorado sus medios de vida y también han recibido apoyo financiero y asistencia técnica de distintas organizaciones para efectuar otros proyectos de desarrollo.
Por eso, cuando se les pregunta si haber formado el Comité de Pescadores Barra Sarstún y haber delimitado un área de recuperación pesquera les ha dado resultados, un rotundo y unísono sí se obtiene por respuesta.
De izq. a derecha: Félix Vega, Pablo Castro, Pablo Pérez, Gloria Vega, Marco Milián, Marcos Tiul, Fredy Bances y José Cabnal del Comité de Pescadores Barra Sarstún.
Otra muestra, la Comunidad de Barranco
Situada al sureste de Belice, la Comunidad de Barranco está integrada por unas 60 familias de pescadores de origen garinagu, quienes al igual que los pobladores de Barra Sarstún en Guatemala, han delimitado refugios pesqueros para garantizar su sustento diario.
Sin embargo, además de la sobrepesca, la pesca ilegal y la contaminación por plástico en la zona, la situación de pobreza que hay en Barranco está incidiendo en la migración de los jóvenes de la comunidad hacia Belmopán y otras ciudades de Belice, así como al extranjero.
Por eso, “ayudar al desarrollo económico de Barranco es nuestro primer desafío, porque esa migración pone en riesgo a nuestra comunidad, sus costumbres y tradiciones”, comenta Leslie Colon, Presidente de la Cooperativa de Pescadores de Barranco, la cual trata de impulsar el desarrollo sostenible de su población.
Para ello, además de los tres refugios pesqueros que delimitaron hace dos años, están motivando a todos los pescadores a ser sostenibles y poco a poco han logrado que dejen de usar la pesca de arrastre, la cual es muy dañina porque destruye algas y otros organismos acuáticos de forma indiscriminada.
Vista de uno de los refugios pesqueros en la Comunidad de Barranco. Foto cortesía: Cleopatra Méndez
Por los viejos tiempos
Colon recuerda que a sus 15 años de edad, cuando inició a pescar, capturaba entre 10 y 15 libras de peces y mariscos todos los días, sin adentrarse más de dos kilómetros en el mar. “Pero ahora no es igual, hay mucha presión sobre los recursos marinos y si no se hace algo al respecto, la situación será más complicada”, indica.
Leslie Colon, Presidente del Comité de Pecadores de la Comunidad Barranco en Belice, muestra con orgullo la belleza de la región donde vive.
Colon y los demás integrantes del Comité de Pescadores de Barranco también quieren que los jóvenes aprendan a pescar de una forma sostenible en las zonas permitidas. “Cuando los chicos salgan de la escuela, queremos enseñarles a pescar con anzuelo y atarraya (red redonda para pescar en aguas poco profundas) y capturar los peces necesarios para llevar a casa, comerlos con la familia y ser felices”, enfatiza este pescador de 35 años de edad, un enamorado del oficio que aprendió con los pescadores ancianos de la comunidad. "Algunos de ellos ya fallecieron y otros no salen más a pescar", añade.
Como los pescadores de Barranco desean poner en práctica otras alternativas de subsistencia, con los asesores de EcoLogic están considerando la siembra de granos básicos usando los lineamientos de los sistemas agroforestales, comenta Colon.
De acuerdo con Mario De León, Oficial de Programas para Guatemala, de EcoLogic, ellos trabajan con grupos de pescadores organizados y juntos determinan las mejores alternativas económicas complementarias que pueden llevar a cabo. La meta es que los proyectos satisfagan sus necesidades y que ellos estén dispuestos a ejecutarlos.
Por el momento, los refugios pesqueros establecidos en Barra Sarstún y Barranco, están dando sus frutos. Los pescadores de ambas comunidades reportan más presencia de camarones y de los peces conocidos como róbalo, sierra, jurel, colorados y pargos.
¿Cuáles son los ingredientes del éxito de los refugios pesqueros?
“El éxito de los refugios pesqueros en estas comunidades es el pleno convencimiento de sus habitantes, de la importancia que tiene cuidar los recursos naturales de su entorno, porque reconocen y valoran los múltiples servicios y beneficios que obtienen de estos”, enfatiza Méndez.
Para Emilio Pitán, Coordinador del Capítulo Sarstún, que dirige la Fundación para el Ecodesarrollo y la Conservación (FUNDAECO), la participación de los ciudadanos en el manejo de ciertas áreas naturales es una alternativa viable para lograr que se empoderen del manejo y uso sostenible de los recursos con los que cuentan.
“La Comunidad Barra Sarstún ofrece un bonito ejemplo de compromiso ambiental y social que puede ser replicado por otras personas y organizaciones. Ellos, con pocos recursos, hasta implementaron el puesto de venta de productos hidrobiológicos, y cuando una organización demuestra que sabe administrar sus recursos financieros tiene más posibilidades de obtener más apoyo”, indica Pitán.
El ingeniero Enrique Escalante de la asociación ecologista no lucrativa, Fondo SAM (MARFUND, por sus siglas en inglés), coincide con Pitán al mencionar que la organización comunitaria es de suma importancia, porque solo al estar organizadas las comunidades, tienen más acceso a pronunciarse y participar en convocatorias para adquirir financiamiento para proyectos de desarrollo.
Además, los integrantes de las asociaciones o comités que forman, adquieren obligaciones que los llevan a aprender otros procedimientos administrativos que les serán útiles para saber manejar los fondos que reciban, añade Escalante.
Los integrantes del Comité de Pescadores Barra Sarstún con quienes se conversó para conocer acerca de los retos y logros que han tenido, confirman lo dicho por Pitán y Escalante: “Solo cuando estuvimos agrupados fue que recibimos apoyo para nuestro primer proyecto: la crianza de mojarras, las cuales comercializamos dentro y fuera de la comunidad”, cuenta Félix Vega quien fue tesorero del Comité.
“Los directivos de la Asociación Programa de Gestión Ambiental Local (ASOPROGAL), al ver nuestro interés en superarnos y el buen trabajo realizado con las mojarras nos dieron un segundo aporte. Este fue para el establecimiento de un centro de compra y venta de productos hidrobiológicos, que ha sido todo un éxito”, añade Alfredo Bances, secretario de la actual Junta Directiva del Comité.
Ricardo Castro, del Comité de Pescadores Barra Sarstún, atiende la pescadería a la que todos los integrantes del Comité llevan el producto de su faena diaria.
Al principio, no todo fue fácil
De acuerdo con Bances, previo a establecerse legalmente como comité, pensaron en integrarse como asociación y estipularon una cuota de membresía de Q15 (unos US$2).
Sin embargo, mientras aprendían cómo echar a funcionar la asociación y los requisitos que debían cumplir para tener la papelería en orden, varios pescadores se alejaron. “La mayoría se fue, los valientes quedamos”, dice sonriente don Félix. Y añade que mucha de esa deserción se debió a que sus colegas creyeron que en un comité no hay mayor trabajo por hacer y que se trata solo de sentarse a recibir dinero. Pero no es así de fácil.
“Quienes nos han apoyado con financiamiento para proyectos lo han hecho porque han visto que estamos organizados y hacemos bien nuestro trabajo, para lo cual hay que tener compromiso, seriedad y disponibilidad de tiempo”, afirma.
En la actualidad, el Comité de Pescadores Barra Sarstún tiene 34 miembros. Gloria Estela Vega es una de las siete mujeres que lo integran y una de las tres que tiene un puesto en la actual Junta Directiva. Ella se ganó a pulso su ingreso y nombramiento como vocal No. 3 al demostrar su interés y seriedad llevando durante un año, su pesca diaria, al centro de comercialización creado por el Comité.
Al principio fue difícil aceptar que participaran mujeres, confiesan los pescadores: “Nosotros pensábamos y también otras personas nos lo decían, que no era justo que estuviéramos partiéndonos el alma mientras las mujeres solo nos veían. Pero luego comprendimos que las mujeres también tienen derecho a participar, porque además de efectuar las tareas diarias en su hogar, salen de pesca. Así que las aceptamos y de lo que están exoneradas es del trabajo físico pesado; solo nos apoyan con la preparación de alimentos o la limpieza del lugar donde hacemos nuestras reuniones”.
El positivo impacto del trabajo de este Comité se ve reflejado no solo en la recuperación de las áreas pesqueras, sino también en la pescadería que fundaron y a la cual todos los integrantes del Comité están comprometidos a llevar su pesca diaria. De esa manera evitan el acaparamiento del producto o que otras personas quieran pagarles precios muy bajos por este.
Otra ventaja es que en la pescadería, los integrantes del Comité reciben su pago constante y sonante al momento de entregar su producto y cada seis meses obtienen un ingreso extra: “el bono” y “el aguinaldo”, como ellos le llaman a las ganancias de las ventas hechas a clientes dentro y fuera de la comunidad.
En la actualidad, además de abordar el tema pesquero, los pobladores de Barra Sarstún y Barranco están aprendiendo sobre los beneficios de reforestar, de practicar la agroforestería y los más jóvenes han participado en campañas de concienciación para reducir el uso de plásticos desechables en la región, para beneficio de sus familias y su entorno.
Es así como los pescadores de ambas comunidades ofrecen alentadores ejemplos de cómo trabajando juntos y con un liderazgo positivo se pueden mejorar los medios de vida de una forma amigable con el ambiente.