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Sin dantas no es posible cumplir con el Acuerdo de París

Fecha de publicación en Latinclima
Autor: Michelle Soto
Autor institucional: LatinClima
Región: Mesoamérica
Año de publicación:: 2018
Si bien las dantas o tapires suelen ir a bosques secundarios a alimentarse, estos mamíferos requieren de bosques primarios en buen estado de conservación.
Nick Hawkins / Nai Conservation
Si bien las dantas o tapires suelen ir a bosques secundarios a alimentarse, estos mamíferos requieren de bosques primarios en buen estado de conservación.
Uso con crédito de autor personal e institucional

En el Neotrópico no tenemos elefantes, pero sí dantas. Con sus 300 kilogramos de peso, las dantas o tapires son los mamíferos más grandes que habitan desde el centro de México hasta el norte de Colombia y Ecuador.

La danta centroamericana (Tapirus bairdii) es capaz de comer diariamente hasta 30 kilogramos de follaje, cortezas y semillas. De hecho, son bastantes toscas a la hora de alimentarse y capaces de tragar semillas enteras de hasta seis centímetros.

En tiempos de cambio climático, esa particularidad de los tapires adquiere relevancia en cuanto al mantenimiento de los bosques tropicales. Por las funciones que cumplen en el ecosistema, las dantas son consideradas arquitectas paisajistas e, incluso, ingenieras.

Según Esteban Brenes, biólogo e investigador de la organización Nai Conservation, las semillas de mayor tamaño tienden a asociarse con árboles de madera más densa y, precisamente, esas especies tienen un mayor potencial de secuestro y fijación de carbono en su biomasa.

De hecho, cuando la semilla pasa por el tracto digestivo del tapir y se expone a un proceso donde intervienen ácidos y altas temperaturas, sus probabilidades de convertirse en árbol tienden a aumentar. “Como que este proceso en el tracto digestivo ‘cura’ la semilla y eso aumenta su viabilidad”, dijo Brenes.

Los tapires, a través de sus heces, dispersan dichas semillas. “Hay evidencia científica en Nicaragua de dantas defecando semillas de almendro amarillo y zapote silvestre”, comentó Brenes y agregó: “estudios realizados en la Amazonía concluyen que donde la danta se ha ido, el secuestro de carbono de ese bosque ha disminuido significativamente”.

En otras palabras, los bosques requieren de poblaciones estables de herbívoros de gran tamaño como las dantas y, sin embargo, su aporte a los esfuerzos de mitigación y adaptación al cambio climático de los países pasa desapercibido en las políticas de conservación.

“Aún no dimensionamos el rol que juega la biodiversidad en la fijación de carbono y en la adaptación de los ecosistemas al cambio climático a través de los servicios ambientales que nos brinda”, manifestó Brenes y recalcó: “los países del Neotrópico no pueden cumplir con el Acuerdo de París sin ayuda de las dantas”.

Arquitectas del bosque

La dieta del tapir centroamericano contempla un menú de 200 especies de plantas.

“Por sus características digestivas, las dantas tienen la capacidad de comer plantas que otros ungulados (superorden de mamíferos donde está la cabra montesa) no pueden. Su digestión es muy rápida: mantienen la comida en su sistema digestivo menos de 40 horas, mientras que los ungulados la mantienen por hasta 80 horas. Eso hace que las toxinas de algunas plantas no se absorban, mientras que los ungulados sí pueden intoxicarse. Eso les da la ventaja de tener una dieta más variada”, explicó Brenes.

Una característica que se convierte en un aporte al bosque es que “sus heces están cargadas de nutrientes. A diferencia de los rumiantes (como las vacas), su digestión es vaga; es decir, no pasa por tantas etapas. Por eso sus heces están cargadas de fibra y nutrientes todavía muy vivos. Esos nutrientes los aporta al suelo a través de sus excrementos”.

En los páramos y robledales -bosques de altura que en Costa Rica se ubican entre los 2.000 y 3.820 metros sobre el nivel del mar- la mayor parte de la dieta de los tapires está compuesta por bambú en un 70% y el restante 30% corresponde a cortezas de árboles como el arrayán, frutos caídos o aquellos que extraen de los arbustos, así como frutos de palmas ya maduros.

En las zonas altas, específicamente en los robledales, el bambú prolifera y limita el crecimiento de otras especies vegetales porque vuelve el sotobosque (vegetación que crece debajo de los árboles) impenetrable para que prosperen otras semillas. Las dantas se alimentan de ese bambú, así que también desempeñan funciones de control biológico.

Además, en sus recorridos, los tapires van abriendo senderos y haciendo claros en el bosque, que favorecen que las especies vegetales -acarreadas en sus heces- colonicen nuevas áreas y, de esta forma, el bosque se mantiene en equilibrio.

A esto se suma que las dantas contribuyen a la conectividad del paisaje. “Si bien buscan bosques conservados para vivir, en algunas zonas hacen forrajeo (se alimentan) en bosques secundarios o charrales donde tienen mayor alcance de plantas y a la vez están defecando ahí mismo”, detalló Brenes.

En Costa Rica, la población más estable de dantas se encuentra en la cordillera de Talamanca. Estas tierras cuentan con el continuo de bosque más extenso en el país, conformado tanto por áreas silvestres protegidas como por zonas habitadas por personas.

Otra característica es que, altitudinalmente, esta cordillera se extiende desde los 80 a los 3.820 metros sobre el nivel del mar. Esto favorece la existencia de una variedad de ecosistemas que van desde el bosque tropical húmedo hasta el páramo.

Además, Talamanca abarca dos vertientes (Pacífico y Caribe) y, debido a su origen biogeológico, presenta un alto endemismo; es decir, allí habitan especies que son únicas en el mundo. Por eso no es de extrañar que Talamanca sea una de las cinco áreas núcleo de conservación prioritaria en Mesoamérica.

No obstante, debido al aumento de la temperatura, las condiciones ambientales en esta cordillera están cambiando. “Las especies están migrando altitudinalmente y, cuando no pueden hacerlo, migran en el dosel del bosque. Hay un movimiento vertical, aprovechando los microclimas”, comentó Brenes.

En las zonas altas, como los páramos, la biodiversidad ha evolucionado conjuntamente con el ecosistema; es decir, ha tenido miles de miles años para asimilar y ajustarse a los cambios que se iban presentando con el tiempo. Ahora, las variaciones en temperatura y precipitación son cada vez más frecuentes y las especies tienen tres opciones: perecer, migrar o adaptarse.

Aparte de la pérdida de funciones ecológicas que esa especie brinda al ecosistema, la extinción también trae consigo repercusiones económicas. En Costa Rica, por ejemplo, las zonas altas exhiben un alto endemismo de aves que se ha constituido en un atractivo turístico y la economía local depende en gran parte del aviturismo.

Gracias a sus funciones como dispersoras de semillas y arquitectas del paisaje, las dantas están “comprando tiempo” para que las especies de altura puedan adaptarse a las nuevas condiciones que trae consigo el cambio climático.

Altitudinalmente, los tapires se mueven desde los cero hasta los 3.600 metros sobre el nivel del mar. Migran impulsados por la disponibilidad de alimento y condiciones ambientales más favorables según sea la estación del año. Durante sus recorridos montaña arriba y montaña abajo, los tapires ayudan a mantener el bosque.

“Conservar un gradiente altitudinal en Talamanca, que además es multivertiente, permite que muchas especies vayan migrando, que poco a poco se vayan aclimatando. Todavía ignoramos cuán resilientes pueden ser muchas de esas especies, puede ser que algunas no lo aguanten y otras ni siquiera lo sientan. Cuando hablamos de cambio climático y adaptación, a veces cuesta mucho aceptar que unas especies van a ganar y otras a perder. Por lo menos, gracias a las dantas, estamos ganando un poco de tiempo para averiguarlo”, dijo Brenes.

Lamentablemente, a nivel mundial, apenas existen 4.500 dantas centroamericanas, según datos del Grupo de Especialistas de Tapires de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN).

Sus poblaciones van en rápido declive y, según el mismo grupo de expertos, en los últimos 40 años se ha dado una reducción poblacional del 50%, lo cual coincide con la destrucción del 70% de su hábitat.

Si bien Costa Rica tiene una de las poblaciones más estables de Centroamérica, eso no quiere decir que su estado de conservación sea óptimo. En este país, las dantas están amenazadas por pérdida de hábitat, atropellos en carreteras y cacería furtiva.

“Tenemos un problema muy grande a la hora de aplicar la ley. Contamos con una ley y un reglamento muy fuerte que prohíbe la cacería deportiva, pero tenemos casos de cacería de dantas documentados con video, se han decomisado perros, armas y carne de monte y, al llegar ante un juez, esa evidencia se desestima. Entonces, básicamente, le estamos diciendo a los cazadores que pueden subir videos a Youtube, pueden tener armas e incluso tomarse un selfie con una danta recién cazada, que nada les va a pasar. Para mí, la falta de aplicabilidad de la ley es uno de los grandes retos que aún tenemos en Costa Rica”, manifestó Brenes.

Para el investigador, complementario a una mejor aplicación de la ley, el abordaje debe ser integral. Se debe entender, desde un punto de vista social y cultural, las motivaciones detrás de la cacería. “El concepto de ocio que se tiene en el campo es diferente al de la ciudad y eso hay que entenderlo”, dijo Brenes y añadió: “a muchos lo que los motiva es la adrenalina de perseguir al animal, entonces cambiemos el enfoque y démosle, en vez de un rifle, una cámara y un grupo de turistas”.

El riesgo de no tomar acción en favor de la conservación de las dantas radica en el impacto que su ausencia tendría en la estabilidad de los bosques. “El Salvador, único país donde la danta está extinta en el Neotrópico, nos presenta un ejemplo de bosque vacío. Ante la ausencia de regeneradores de bosque, se pierde calidad en los servicios ecosistémicos”, destacó el investigador de Nai Conservation.

Actualmente, Brenes y sus colegas tienen identificados los cinco núcleos territoriales donde hay dantas en Costa Rica. Uno de ellos es, por supuesto, Talamanca. Debido a lo quebrado del terreno, en Talamanca aún existe bosque, aunque muchas son tierras fuera de áreas silvestres protegidas, y su ubicación hace que formen parte de las rutas de conectividad biológica más extensas e importantes en el país.

“Estas rutas son clave para el movimiento de fauna, para asegurar conectividad genética entre vertientes y mantener poblaciones viables a largo plazo que puedan y aseguren la regeneración y estabilidad de los bosques. Pese a la importancia ecológica de estas, son las que están más desprotegidas y es donde se da la mayoría de la cacería furtiva, interrumpiendo su paso hacia el Pacífico, donde podrían bajar a Osa a través el Paso de la Danta y otros corredores biológicos”, se lee en la propuesta de investigación que presentaron ASANA, Nai Conservation y el Laboratorio de Genética de la Conservación de la Universidad de Costa Rica (UCR) ante la comisión evaluadora del I Canje de Deuda por Naturaleza.

Genética en pro de la conservación

La propuesta de investigación felizmente contó con el beneplácito de la comisión evaluadora del I Canje de Deuda por Naturaleza.

Este es un acuerdo entre los gobiernos de Costa Rica y Estados Unidos para redirigir el pago por concepto de deuda externa. En otras palabras, mediante este tratado bilateral, Estados Unidos condona parte de la deuda externa que contrajo Costa Rica con tal de que este país invierta ese dinero en el financiamiento de proyectos de conservación.

El objetivo de los fondos de este primer canje, administrado por Asociación Costa Rica por Siempre, es facilitar la conservación, protección, restauración y uso sostenible de los bosques tropicales ubicados en seis áreas geográficas prioritarias y una de ellas es La Amistad, donde precisamente se encuentra la Cordillera de Talamanca.

La propuesta presentada por ASANA, Nai Conservation y el Laboratorio de Genética de la Conservación contempla realizar una evaluación poblacional de la especie y la fauna acompañante.

Para ello, se recurrirá al monitoreo biológico por medio de cámaras trampa. Estas son “cámaras escondidas” que los animales activan gracias a sensores de movimiento o calor. Las fotografías y videos que captan serán utilizados por los científicos para medir parámetros como densidad, abundancia relativa, tasa de ocupación y selección de hábitat.

Lo interesante es que los científicos no realizarán este monitoreo solos, su objetivo es involucrar a las comunidades en un esfuerzo por convertir a los vecinos en asistentes de investigación y también en generadores de ciencia ciudadana.

Los resultados de este monitoreo permitirán identificar dónde están los puntos críticos de conservación. Eso ayudará a optimizar los esfuerzos de control y vigilancia realizados por los guardaparques.

Asimismo, la presencia o ausencia de tapires constituye un indicador de la salud del ecosistema, lo cual puede orientar la toma de decisiones de manejo. “La danta tiene una especificidad de hábitat muy alta. Entonces, donde hay una danta es muy probable que haya un jaguar, y donde hay jaguar puede haber puma, y donde hay un puma es probable que haya un cabrito. La danta nos funciona como la punta de una pirámide para medir calidad de hábitat”, explicó Brenes.

Paralelo a este monitoreo mediante muestras de heces y pelos, se realizarán análisis moleculares para conocer la diversidad genética presente en la población de dantas, cómo está el flujo genético, la conectividad, la demografía y la endogamia.

Esto, porque la fragmentación de hábitat podría estar aislando a la población del bloque Tapantí-Macizo de la Muerte-Chirripó-La Amistad con la del bloque Cordillera Volcánica Central-Paso de la Danta-Osa.

“Queremos ver si estas poblaciones se aislaron hace mucho tiempo”, comentó Brenes.

Las excretas también servirán para estudiar presencia de patógenos y parásitos. Se cree que uno de los factores detrás de la pérdida de biodiversidad son las enfermedades infecciosas que afectan a la vida silvestre.

“La fragmentación del hábitat, que genera altas tasas de contacto entre individuos y un aumento del estrés ambiental, es uno de los problemas ambientales más severos puesto que produce cambios en el entorno físico y biológico que comprometen a las especies, y a la proliferación de enfermedades infecciosas, afectando negativamente la diversidad biológica. La incidencia de estas enfermedades podría provocar cambios en el comportamiento de los individuos en diferentes poblaciones afectando así procesos evolutivos y ecológicos que eventualmente afectan la supervivencia de las especies e impactan procesos ecológicos del bosque”, se detalla en la propuesta de investigación.

Asimismo, y preocupados por el tema de la cacería, los investigadores realizarán un estudio de percepción, barreras y motivaciones que llevan a una persona a cazar.

“Primero identificaremos las especies blanco y zonas con mayor incidencia de cacería mediante mapeos comunitarios e interacción con actores claves, además elucidaremos las motivaciones y barreras alrededor de la cacería. Una vez caracterizadas las dimensiones humanas alrededor de la cacería, se diseñarán campañas de mercadeo social como herramienta para persuadir y reducir la presión de cacería en la zona”, se indica en la propuesta presentada al I Canje de Deuda por Naturaleza.

Los resultados de este estudio se cruzarán con los indicadores poblacionales y la información genética para evaluar la relación entre el estado de las poblaciones de danta y la presión de cacería. Eso permitirá identificar zonas críticas para optimizar los patrullajes, pero también para reforzar esfuerzos en educación y alternativas productivas como turismo.

“No solo queremos identificar retos sino también oportunidades y hago hincapié en esto último porque muchas veces quedarnos en lo negativo imposibilita el cambio”, manifestó Brenes y agregó: “toda esa información lo que busca es entender lo que está pasando, buscar soluciones y usar ese conocimiento para empoderar a las comunidades”.

Este proyecto de investigación en La Amistad se complementa con otro proyecto que pretende evaluar el estado poblacional de dantas dentro de áreas silvestres protegidas, el cual es ejecutado por Nai Conservation con apoyo del Área de Conservación La Amistad Pacífico (ACALP), ACC, Global Wildlife ConservationZoological Society of London y organizaciones locales.

Cierto que en el Neotrópico no tenemos elefantes, pero sí tenemos dantas y lo que hacen estas por el bosque es clave en tiempos de cambio climático.

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