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Una ventana de oportunidad cada vez más pequeña
Hay dos formas de ver el cambio climático: como un fenómeno imparable que se nos viene encima con todas sus consecuencias o como una oportunidad de cambiar el modelo tradicional de desarrollo, que fomenta no solo las emisiones sino también la inequidad. Y para una región tan vulnerable al cambio climático como lo es América Latina, seguir igual es una bomba de tiempo.
Tenemos poco tiempo:¿qué esperamos?
El último informe del Grupo de Trabajo III (WGIII) del Panel Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) examinó las tendencias actuales de emisiones, los niveles previstos de calentamiento en el futuro y, más importante aún, cómo hacer la transición hacia economías con bajas emisiones de carbono para limitar el calentamiento global a 1,5°C en el 2100, en línea con los objetivos del Acuerdo de París.
El informe señala que todavía es posible evitar los efectos más drásticos del cambio climático que se darían con un aumento en la temperatura media global de más de 1,5°C, pero esa ventana de oportunidad se reduce cada vez más. Y para eso, las emisiones globales de gases de efecto invernadero deberían llegar a su máximo en el año 2025, reducirse alrededor de un 43% para el 2030 y llegar al cero neto para el 2050.
Sin embargo, a la velocidad actual en la que se realizan los cambios necesarios, no estamos ni cerca ni lograrlo. Según afirma Fernando Farias, autor principal del capítulo 17: "Acelerando la transición en un contexto de desarrollo sustentable", hay que salirse ya del modelo “business as usual” para reducir de manera drástica y profunda las emisiones en todos los sectores de la economía.
“Es transitar desde una sociedad que otorga escasa relevancia a la mitigación de emisiones a una que valore especialmente un consumo bajo en carbono. La ventana de tiempo en la que los gobiernos pueden actuar hacia esta dirección es cada vez más pequeña y se estrecha rápidamente”, afirma.
Lograr una descarbonización profunda de las economías es posible, la tecnología existe y como lo señala Patricia Romero, autora principal del capítulo 13: "Políticas e instituciones nacionales y subnacionales", existen muchas soluciones rentables y asequibles para reducir las emisiones en sectores como transporte, industria, vivienda y usos del suelo.
“El sector transporte está listo para una electrificación masiva y para que podamos usar combustibles alternativos como el hidrógeno en sectores difíciles como la aviación y los vehículos pesados”, señala.
Un ejemplo es que desde el 2010 los costos de la energía solar y eólica han disminuido y en 2019 representaron dos tercios de la nueva capacidad eléctrica instalada a nivel mundial.
¿A qué se debe esta falta de acción?
Entonces, más que con tecnología e innovación, las trabas tienen que ver con aspectos como la falta de voluntad política y empresarial, de visión, financiamiento, grandes intereses, limitaciones en la toma de decisiones, en la participación y las formas de gobernanza. Asimismo, con una inequidad tal, que hace que, por ejemplo, el 10% de los hogares más ricos aporten hasta el 45% de las emisiones globales de gases efecto invernadero, mientras que el 50% inferior contribuye con menos del 15%.
Sin duda, una descarbonización profunda de las economías para tener éxito tiene que pasar también por la justicia climática. Como bien lo señala Romero, “cuando se hace desde una perspectiva de justicia, la mitigación de emisiones puede contribuir a acabar con la pobreza, la inseguridad energética y alimentaria”.
Estas transformaciones deben tener en mente un mejoramiento de la calidad de vida, en especial de los más vulnerables, porque pese a que América Latina emite poco más del 8% de los gases de efecto invernadero a nivel global, la transición energética es un negocio rentable y puede abrir la puerta a empleos de calidad y formas más sostenibles de vida.
Es necesario un cambio de paradigma
El cambio también tiene que ser masivo para que se haga a tiempo, porque ni las acciones individuales ni los proyectos piloto bastan, es el rumbo que ya deben tener las economías dejando atrás los combustibles fósiles y mirando hacia la sostenibilidad como norte. De lo contrario, será imposible garantizar recursos vitales que ya son escasos como el agua y otros servicios que nos brindan los ecosistemas, en especial en una región tan rica en recursos naturales como la nuestra, y que con un calentamiento mayor será más difícil obtener.
Para Mercedes Bustamante, autora principal del capítulo 7: "AFOLU", la región tiene muchas oportunidades para reducir emisiones de formas que tampoco sean tan dependientes de la tecnología, como es el caso de la restauración ecológica y los sistemas productivos integrados, que deberían estar al alcance de los grupos de población más vulnerables.
Cuando la mitigación no se ve como una traba u obligación, sino como una oportunidad de desarrollo, todo cambia. Pero nos está tomando más tiempo del que tenemos disponible.
Artículo publicado originalmente en el sitio web de la Alianza Clima y Desarrollo el 22 de abril de 2022, como una iniciativa conjunta.