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COVID-19: riesgo u oportunidad en la lucha contra el cambio climático

La economía mundial se encuentra temporalmente detenida y, como señalan diversas noticias, a nivel internacional se ha observado una disminución en la contaminación ambiental, en la emisión de gases de efecto invernadero (GEI) y el regreso de la fauna silvestre a algunas ciudades. De hecho, durante la cuarentena en China la emisión de dióxido de carbono (CO2) disminuyó 25%, equivalente a alrededor de 200 millones de toneladas de CO2, y en varias ciudades europeas descendieron las emisiones de dióxido de nitrógeno (NO2). 

La disminución en las emisiones de gases de efecto invernadero es, sin duda, un “respiro” para el planeta. Antes de la pandemia se alcanzaron máximos históricos que ocasionaron que en la última década se registraran los años más cálidos, ocho de los diez años con la mayor reducción de la cobertura glacial y el mayor aumento del nivel medio del mar en 2019. Con esto, las proyecciones estiman que la temperatura media mundial aumentará entre 2.5 y 3.2 grados centígrados por encima de los niveles pre-industriales.

La mala noticia es que la disminución en las emisiones de CO2 no se mantendrá por mucho tiempo. Durante la crisis de 2008, por ejemplo, se observó una caída en las emisiones, pero al cabo de unos meses la tendencia se revirtió y las emisiones volvieron a subir. Este mismo fenómeno se está presentando hoy en China, donde después de la reapertura de la economía los registros muestran que las emisiones de CO2 están volviendo a su normalidad.

Esto es altamente previsible y se debe principalmente al hecho de que la disminución se obtuvo como consecuencia de “choques externos” y no como producto de cambios estructurales en la forma de producir la energía y los alimentos, tratar y disponer los residuos, transportar a la población y los bienes o trabajar cotidianamente, entre otros. António Guterres, Secretario General de la Organización de las Naciones Unidas, fue muy enfático e indicó que “No debemos sobrestimar el hecho de que las emisiones se hayan reducido durante algunos meses. No combatiremos el cambio climático con el virus".

La pandemia agregó otro riesgo a la complicada ecuación de la lucha contra el cambio y el desarrollo sostenible, que deberá asimilarse e incorporarse rápidamente para evitar comprometer los avances alcanzados en los últimos años. En esa línea, múltiples acciones a nivel mundial están alertando de posibles retrocesos. Por ejemplo, Estados Unidos y China, las dos principales economías y países emisores de CO2 en el mundo, están aprovechando la crisis sanitaria para flexibilizar el cumplimiento de las normas y controles ambientales, incentivando que medidas de este estilo se extiendan a otros países.

A esto debe sumarse el aplazamiento de la Conferencia de las Partes 26 (COP 26) de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático. En particular la COP 26 está considerada como una de las más importantes y de mayor trascendencia, después de la COP 21 (promulgación del Acuerdo de París), debido a que los países deberán presentar sus nuevas metas (Compromisos Nacionalmente Determinados - NDCs por sus siglas en inglés) con mayor grado de ambición para cerrar la brecha y mantener el incremento de la temperatura media del planeta por debajo de 2°C y proseguir los esfuerzos para limitar el aumento a 1.5°C con respecto a los niveles pre-industriales. Sin embargo, de los 186 países que enviaron su primer NDC, a la fecha solamente 13 países han presentado sus metas y, dentro de ellos, 7 notificaron que van a mantener su compromiso, sin incrementar su ambición.

Otras señales de alarma son los paquetes de estímulos económicos que se están implementando a nivel mundial, que no se están considerando la variable climática, por cuanto la necesidad de responder rápidamente a la coyuntura y evitar una grave crisis económica y de salud pública son los argumentos para hacer caso omiso de las consideraciones climáticas.

La pandemia ha dejado y dejará muchas lecciones por aprender, pero sin duda una de ellas será la falta de atención a las voces que alertaron al mundo sobre el riesgo que corría la humanidad y a las que nadie hizo caso. Asimismo, ha demostrado que es posible coordinar, en tiempo récord, acciones a nivel internacional para alcanzar un fin en común, adaptarse a estilos de vida más sostenibles y, además, recordó que invertir en acciones de prevención es más costo-efectivo que absorber el valor total del desastre.

No cometamos el mismo error con el cambio climático, aún estamos a tiempo de cambiar la trayectoria e implementar acciones que nos permitan evitar una catástrofe. La pandemia representa una buena oportunidad para incorporar dentro de las estrategias y planes de recuperación económica, soluciones sostenibles, con planteamientos bien estructurados, que contribuyan a reactivar las economías, pero al mismo tiempo respetando el medio ambiente. Ahora más que nunca es importante mejorar la resiliencia de las sociedades y prepararnos de mejor manera para el futuro.

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