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El costo real de la transición energética en Argentina

Fecha de publicación en Latinclima
Autor: Michelle Soto
Autor institucional: Comunidad Planeta
Región: Suramérica
Año de publicación:: 2022
Fermín Koop
El parque solar fotovoltáico Cauchari posee 1,2 millones de paneles solares, los cuales proveen una potencia instalada de 300 megavatios.
Uso con crédito de autor personal e institucional

Un simple redireccionamiento de los subsidios, que actualmente otorga el Estado a los proyectos energéticos basados en combustibles fósiles, sería suficiente para financiar la transición hacia fuentes renovables y que Argentina alcance la carbono neutralidad a 2050.

La afirmación se desprende del estudio realizado por Daniela Keesler, Nicolás Díaz Almassio y Gabriel Blanco, investigadores de la Universidad Nacional del Centro (UNICEN), quienes analizaron tres escenarios. Uno de ellos es el “business-as-usual” (BAU) o escenario de continuidad de la situación actual, que incluye las nuevas centrales eléctricas ya comprometidas, las medidas de eficiencia energética y la infraestructura energética. 

Los otros dos son escenarios alternativos de cero emisiones, uno basado en la electrificación con renovables y el otro, con biocombustibles. Estos introducen grandes cantidades de recursos renovables tanto para la generación de electricidad como para la producción de hidrógeno verde.

Eso sí, los investigadores hacen una salvedad: estos escenarios no contemplan nuevas centrales nucleares ni nuevas represas hidroeléctricas debido a consideraciones sociales y ambientales.

Para realizar las proyecciones se analizaron las partidas presupuestarias destinadas a subsidiar la producción de combustibles fósiles y la generación eléctrica a partir de centrales térmicas, que emplean como combustible primario hidrocarburos como gas natural y derivados del petróleo como fuel oil y gasoil. 

Los investigadores proyectaron un nivel de subsidios constantes al año 2050, tomando como base el promedio de los últimos años (2017- 2021).  

De esta forma, Keesler, Díaz y Blanco observaron que el dinero derivado de los subsidios a los combustibles fósiles alcanzaría para cubrir entre el 58% y el 100% de las líneas de transmisión eléctrica necesarias para el escenario alternativo basado en la electrificación con energías renovables. 

En otras palabras, el dinero para financiar gran parte de la transición ya está. Es cuestión de redireccionarlo y esto se lograría dejando de subsidiar los combustibles fósiles. 

Renovables deja ahorros

Actualmente, Argentina produce 5 GW de electricidad con energías renovables. De querer cumplir con la carbono neutralidad a la que se comprometió internacionalmente, el país tendría que incrementar exponencialmente la generación eléctrica sin emisiones a valores cercanos a los 240 GW. 

Aún así, los costos de la electrificación con renovables son 21% más baratos que en el escenario BAU. Trasladando ese porcentaje a dinero, serían US$508.000 millones.

“El mayor ahorro se produce al dejar de consumir combustibles fósiles tanto en la demanda final como para la generación eléctrica. En contrapartida, los mayores costos ocurren en rubros como infraestructura debido a la necesidad de nuevas líneas de transmisión eléctrica o la instalación de cargadores de vehículos eléctricos. También genera mayores costos la gran incorporación de generación eléctrica a partir de fuentes renovables, pero en el resultado final a 2050 el escenario alternativo es el menos costoso”, se lee en el estudio.  

De hecho, en el período analizado (2021-2050) se pueden observar ahorros acumulados que superan los US$500.000 millones; un promedio de US$16.600 millones por año. 

Subsidios en alza

Durante la última década (2010-2019), y según señala el informe Climate Transparency 2021, los subsidios a los combustibles fósiles alcanzaron su punto máximo en 2014 y luego disminuyeron de forma constante, hasta alcanzar su valor histórico mínimo de US$5.300 millones en 2019. 

“Durante este período, la mayor parte de los subsidios se dirigieron a apoyar la producción y el consumo de petróleo, seguidos por la producción y el consumo de gas natural y el consumo de electricidad alimentada por combustibles fósiles”, explica el informe.

En 2019, y de acuerdo con Climate Transparency 2021, Argentina destinó más de US$5.000 millones en subsidiar a los combustibles fósiles (76% fueron a petróleo). “Aunque se gastaron menos dólares que en años anteriores, la devaluación de la moneda implica que cada año Argentina gasta más pesos en subsidios a los combustibles fósiles”, apuntaron los autores.

Si bien el país introdujo un impuesto al carbono en 2018 para los combustibles líquidos, no gravó el combustible fósil más utilizado: el gas natural.

Según los datos del Energy Policy Tracker, citados por Climate Transparency 2021, Argentina destinó al menos US$1.360 millones a la energía procedente de combustibles fósiles en 2020, esto como parte de sus compromisos de financiación relacionados con la energía y la respuesta económica al COVID-19. 

“Esto incluye la asignación del 25% de los ingresos del impuesto extraordinario que se impuso a los más ricos en el contexto de la pandemia COVID-19 (Proyecto de Ley de Aporte Solidario y Extraordinario para ayudar a morigerar los efectos de la Pandemia) para apoyar la extracción y exploración de gas por parte de la empresa estatal Yacimientos Petrolíferos Fiscales (YPF)”, detalla el informe. 

Asimismo, se estima que la contribución fiscal al sector del gas en 2020 fue del orden de US$1.060 millones.

Renovables para la neutralidad

En cuanto a las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI), los escenarios alternativos elaborados por Keesler, Díaz y Blanco conducen al país a alcanzar la carbono neutralidad a 2050, reduciendo las emisiones en aproximadamente 370 millones de toneladas de dióxido de carbono. “Una cantidad similar al total de las emisiones actuales de GEI de la Argentina”, señalan los autores.

Actualmente, Argentina es responsable del 0,8% de las emisiones globales, lo que la ubica en el puesto 21 del ranking de emisiones a escala mundial, según un nuevo reporte de E3G, Energy & Climate Intelligence Unit (ECIU) y World Resources Institute (WRI). 

A 2030, según los compromisos climáticos presentados hasta el momento, el país apunta a emitir 349 megatoneladas de dióxido de carbono equivalente (MtCO2e), lo que es calificado como “altamente insuficiente”. Para estar alineado con un aumento de la temperatura media global de 1,5ºC en este siglo, Argentina debería llegar a 213 MtCO2e en 2030, excluyendo el uso de la tierra, plantea el estudio titulado Keeping 1.5°C alive. 

“Argentina no está en camino de cumplir su promesa de emisiones y esa promesa aún no está en línea con el mundo de 1,5°C que el Acuerdo de París pretende alcanzar. La inversión continua en la expansión de la producción de combustibles fósiles –en particular el gas y petróleo no convencional– no es compatible con ese mundo de 1,5°C. Tampoco es compatible con el compromiso que Argentina firmó en Glasgow para reducir sus emisiones de metano”, plantea Gareth Redmond-King, International Lead de ECIU y uno de los autores del estudio. “El Pacto Climático de Glasgow comprometió a todas las naciones a mejorar su ambición climática este año, antes de la próxima cumbre climática de Naciones Unidas. Argentina, junto con los demás miembros del G20, tiene menos de seis meses para cumplirlo”.

La mayor parte de las emisiones de GEI proceden de la quema de combustibles fósiles. “En Argentina, las emisiones aumentaron de forma constante entre 2009 y 2016, y desde entonces han disminuido, con una caída más notable en 2020 debido a la pandemia del COVID-19. El sector eléctrico, el mayor contribuyente, representa el 22% de las emisiones procedentes de la quema de combustibles, seguido por el sector del transporte y otros sectores relacionados con la energía, con un 20% y un 19%, respectivamente”, se señala en Climate Transparency 2021.

Este país latinoamericano generó el 61% de su electricidad a partir de combustibles fósiles en 2020, siendo el gas natural y el petróleo las principales fuentes. El porcentaje de energía renovable en el sector eléctrico ha ido aumentando de forma constante y representó el 9% del mix en 2020, con la eólica (7%) y la solar (1%) como principales fuentes.

Actualmente, las emisiones per cápita de Argentina son 1,05 veces superiores a la media del G20, según Climate Transparency 2021. Han venido disminuyendo en casi un 21% entre 2013 y 2018, y podrían reducirse aún más.

Los investigadores de Climate Transparency 2021 identificaron tres oportunidades, y las dos primeras tienen que ver con abandonar la dependencia a los combustibles fósiles. Primero, se menciona la eliminación de la exploración y uso de combustibles fósiles en el sector energético y, segundo, se incentiva a pasar directamente a las fuentes de energía renovables en lugar de depender del gas natural.

La tercera oportunidad yace en las soluciones basadas en la naturaleza: “La protección de los ecosistemas naturales, principalmente bosques y humedales, puede ofrecer excelentes oportunidades para mitigar y adaptarse al cambio climático”.

¿Qué más se gana? 

Si en vez de seguir subsidiando a los combustibles fósiles se utiliza ese dinero para financiar la transición energética, los beneficios también serían socioeconómicos.

Uno de ellos son los empleos verdes. Según los escenarios alternativos elaborados por Keesler, Díaz y Blanco, la transición a renovables generaría una mayor cantidad de puestos de trabajo. Los escenarios alternativos crearían 120.000 empleos más en comparación al escenario BAU.

Según la Agencia Internacional de las Energías Renovables (IRENA, por sus siglas en inglés), las tecnologías basadas en energías renovables crean empleos en toda la cadena de suministro. Se calcula que las energías renovables representaron 11,5 millones de puestos de trabajo en todo el mundo en 2019. En América Latina, estos empleos se concentraron en los sectores de biocombustibles y energía hidroeléctrica. 

La proliferación de los paneles solares fotovoltaicos (FV) está ayudando a extender los empleos en este subsector energético. A nivel mundial, la energía solar fotovoltaica representó el 33% de la mano de obra mundial de las energías renovables en 2019.

“La pandemia del COVID-19 ha puesto de manifiesto la necesidad de las energías renovables para satisfacer las necesidades sociales, económicas y medioambientales”, se lee en el reporte Renewable Energy and Jobs de IRENA. 

De hecho, las energías renovables traerán un mayor equilibrio de género al sector energético. “Se calcula que las mujeres ocupan actualmente el 32% de los puestos de trabajo en el sector de las energías renovables”, destacó IRENA.

Las proyecciones de la agencia para 2050 hablan de 42 millones de puestos de trabajo en todo el mundo. Eso es cuatro veces su nivel actual, a esto se suma que las medidas de eficiencia energética crearían 21 millones de empleos y la flexibilidad de los sistemas 15 millones de empleos adicionales.

Tras una pandemia que provocó una grave crisis económica, la creación de empleos es clave en el proceso de reactivación.

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